Roberto Zuccarino: “Cuando bailo yo soy un pibe de Mataderos. Soy honesto con lo que soy, con lo que fui, con mi vida, con mi barrio, con mi vieja.”

Si una palabra define a Roberto Zuccarino parece ser “busca-vidas”, en tanto es un incansable buscador de posibilidades que construyan vidas posibles. Bailarín, coreógrafo, maestro de tango. Productor de shows de tango, fundó su propia compañía, “Tango Más Tango”, organiza algunos de los festivales de tango más reconocidos, “Argentina Tango Salón Festival” y «Mucho Tango Festival», organizó una milonga y tiene una escuela de tango. Músico y compositor con larga trayectoria en la música tropical, es también productor de varios grupos musicales y armó sus propios grupos. Roberto busca así llenar de vida su vida, siguiendo las palabras de su madre ““Hacé lo que quieras, pero hacelo bien”.

Roberto Zuccarino con Magdalena Váldez

¿Qué fue primero, la música, la danza, el tango?

En mi casa había mucha música. Por parte de mi vieja tengo raíces de Brasil, era una familia de morenos que bailaban mucho. Recuerdo los domingos, cuando comíamos, siempre había música: tango, salsa, rock and roll. Pero mi vieja era sobre todo tanguera. Muy, muy tanguera. Mi abuelo era bandoneonista. Me crié escuchando mucho tango. Íbamos siempre a la milonga del barrio -un barrio muy humilde en González Catán-, y también íbamos a milonguear a Mataderos. Hasta que a los 23 años conocí a una chica que me dijo: “¡Ché, cómo bailás! ¡Tenés que dedicarte a bailar! Y así empecé.

Y con la música empecé a los doce años con el conservatorio. De los 17 a los 23 estuve trabajando mucho con la música. Soy compositor tengo la mutual de SAADIC (es decir es socio de SAADIC, lo que implica ser reconocido como autor y compositor). Me hicieron la prueba de ingreso varios músicos importantes, como Atilio Stampone.

¿Te aprobó tu acceso a SAADAIC Atilio Stampone? ¿Y cómo se sintió eso para un tanguero?

Fue muy especial para mí que él estuviera en la prueba. Después tuve la suerte de compartir escenario con él, en la compañía de Carlos Buono en la que fui como bailarín y Atilio Stampone tocaba un tema con una sinfónica de cuerdas.

¿Cómo nació el deseo de componer?

Fue muy loco. Empecé a componer al mes de estar estudiando en el conservatorio. Estaba estudiando algo clásico, creo que Bach. Me acuerdo que mi profesor dijo: “¡Guau, qué loco que con tan pocos conocimientos ya puedas componer!” No era nada muy bueno, pero estaba componiendo. Me encanta componer. 

¿Y qué compones? ¿Tango?

No, tango no. Melódico, tropical. Mucho tropical. Hay muchos grupos tropicales que han grabado mis temas. Por ejemplo: “Cómo pude amarla”, “Entre dos amores”, que las cantó Mario Luis. “Dile”, esta la cantó El Polaco. Y varios temas más que me grabaron y fueron muy conocidos.

¿Qué hace que te pongas a componer? ¿Cuál es el disparador?

El disparador es lo musical. Me pongo en el piano a tocar y de repente sale una melodía. Esa melodía me produce un sentimiento, y entonces intento hacer una letra que refleje ese sentimiento. ¿Viste que una canción en otro idioma te puede emocionar? Hay compositores para los que todo nace desde la letra. Para mí todo nace desde la música.

Con Flavia Mercier, en «La Sagrada Milonga», en Barcelona, antes de la entrevista.

O sea, para vos la letra es una expresión de la música, y la música es algo que encontrás.

Exacto. Ahora mismo podría sentarme en el piano, empezar a tocar y me sale. Tengo esa “facilidad”, o “don”, como le quieran decir. Quizás ahora estoy más tiempo que antes, porque quiero hacer algo más bueno. Antes componía más rápido. Ahora quiero llegar a algo que sea como un “gol”, que sea buenísimo.

¿Tocaste en algún grupo o armaste tu propio grupo?

Toqué en un par de grupos que laburábamos mucho. Empecé en la secundario tocando en un grupo de rock, obvio. Después a los 17 años conocí una chica, mi primera novia, que era cantante, y con ella armamos un grupo que anduvo muy bien. Entramos a Leader Music. Se llamaba “Angie y la Diferencia”.

En aquella época también me metí a producir grupos. Siempre me gustó el tema de producir. Hoy soy productor de “La Auténtica Milonguera”, “La Sabrosa Cumbiambera”, “La Clandes Band”, y “Los Manseros Santiagueños”

Había dejado de producir, a los 23 años le había pasado todo el negocio a mi viejo. Yo me había quedado con la composición y dirección artística y a él le había pasado la producción y representación. Hasta ahora que, en la pandemia, cuando no podía bailar, me volví a conectar un montón con la música y volví a producir con mi viejo.

¿Por qué habías dejado de producir?

Empecé a bailar tango, y el tango me “sacó” (volverse loco, metafóricamente).

Aunque, cuando empecé a bailar, al poco tiempo ya armé un show, en la Ideal. Hubo un momento que laburaba lunes y martes en “Homero Manzi” (Esquina Homero Manzi), de miércoles a domingo bailaba con Lorena Goldestein en el show de Cecilia Milone que producía Sofovich, y viernes y sábado producía un show en la “Ideal” con bailarines con muchos más años que yo en esto, como Alejandro Barrientos, Rosalía Gasso, y varias parejas más.

«…el tango me sacó… El tango es mi vida. El tango me dio todo lo que tengo.»

¿Tan fuerte te pegó el tango como para dejar todo el negocio de la música?

El tango es mi vida. El tango me dio todo lo que tengo.

Fue algo muy loco, porque yo estaba entre cumplirle el sueño a mi viejo o el de mi vieja. Sin saberlo, no me le exigieron ellos, se dio. Mi viejo quería ser músico y yo fui músico. Y mi vieja quería ser bailarina de tango, y yo quería bailar tango. Yo ya bailaba, pero salsa. Había ganado un par de concursos, incluso. Pero cuando dije tango, ella me dijo: “Bailá, bailá, el tango es lo máximo. Te va a abrir otro mundo, vas a poder trabajar, vas a viajar, te va a dar “otro roce”. Y tenía razón, el tango es lo máximo.

¿Cómo fueron tus inicios en el tango?

En aquella época donde se podía laburar era en las Casas de tango. Empecé por ahí: “Esquina Homero Manzi”, “El Viejo Almacén”, “La Ventana”, “Boca Tango”, “Sabor a Tango”, “Café de los Angelitos”. Y después estuve en varias compañías: “Fever Tango”, dos veces la gira Corea, “Viaje al Sentimiento” que la producía Rubén Ali y yo era el coreógrafo. Viajaba 3 veces por año a distintas partes de Brasil. Participé también en “Café de los Maestros”. En “El Cruce”. Hasta que monté mi compañía: “Tango Más Tango”.

¿Quiénes fueron tus maestros?

Mi maestro fue Silvio La Via. Silvio fue mi maestro y también mi amigo del alma, mi hermano. Cuando yo vivía en González Catán, de chico, estábamos muy mal económicamente, y Silvio venía todos los días y nos dejaba en la puerta fideos, esto, aquello… porque su mamá, que era muy amiga de mi mamá, tenía un almacén -esto no lo sabe nadie en el tango, está bueno que se sepa-. Silvio para mí es como mi hermano. Somos familia. La mamá de Silvio bailaba tango también, ¿vos sabés cómo bailaba la mamá de Silvio? (con énfasis) El papá de Silvio bailaba tango. Mi mamá bailaba tango y le decía todo el tiempo a Silvio: “tenés que bailar, tenés que bailar”. Y al final Silvio se metió a bailar tango como loco.

Él tuvo un papel muy importante en mi vida. Mi primer maestro de música era un amigo de Silvio La Via. Las primeras canciones de rock and roll me las hizo escuchar Silvio. Encima es un maestro de bailarines “re” grosos. Y cuando me empecé a meter en el mundo del tango, de su mano se me hizo todo más fácil.

Con Silvio La Via y Magdalena Váldez.

En esa época el tango era duro, no te abrían las puertas tan fácilmente.  Me acuerdo la primera vez que bailamos con Lorena (Goldestein) en el Sunderland. Yo iba siempre a milonguear al Sunderland, y un día me invitaron a bailar. Hoy en día es mucho más fácil bailar en una milonga, pero en aquella época, ¡no sabés lo que era! (con énfasis). Imaginate que Osvaldo Zotto se enteró, y vino a darnos una clase ¡gratis! Me acuerdo que un día cuando llego a hacer el show al “Homero Manzi” estaba Osvaldo, que vivía al lado, tomando un café, y me dice: “Vengan mañana que les voy a dar una clase privada gratis”. Y nos la dio. Él era un tipo muy generoso.

Contame de esa primera noche bailando en el Sunderland. Me imagino la emoción.

¡Olvidate! Me acuerdo de mi vieja, y me acuerdo de la primera mesa en la que estaban Gavito, el Flaco Dany, Osvaldo Zotto, … todos.

A Lorena le temblaban los pies, se le notaba en los zapatos. No la vi así en mi vida. Y nosotros ya bailábamos en una Casa de tango importante como Homero Manzi. ¡Imáginate lo que era para nosotros bailar ahí! Y lo que fue cuando terminamos de bailar y vinieron todos a abrazarnos. No sé si eso se llega a entender hoy, creo que no. Mucho tiempo después, pensé: “Claro, a mí me aplauden porque llevo mucho tiempo con ellos, porque me los gané”.

«…Creo que el mundial tiene muchas cosas buenas. Es el aparato de difusión más grande que tiene el tango. Gracias al mundial todos tenemos alumnos… Las milongas explotan… A los bailarines que ganan se les hace el camino un poco más rápido,… A Argentina le hace bien por el turismo. Incluso… te puede servir para prepararte y mejorar tu tango. Pero con lo que no estoy de acuerdo es que el mundial sea el objetivo de un bailarín, que se arranque bailando ya pensando en ser campeón del mundo, como si no hubiera otra manera de hacer un camino.»

¿Vos sos “del palo” para ellos, los milongueros?

Exactamente. Para ellos yo no estoy ahí para ganar un mundial, o para “chapaear”, sino para pasármela bien, para disfrutar con el tango. Y ¡ojo!, que no critico el mundial. Creo que el mundial tiene muchas cosas buenas. Es el aparato de difusión más grande que tiene el tango. Gracias al mundial todos tenemos alumnos que preparamos. Las milongas explotan en esa época. A los bailarines que ganan se les hace el camino un poco más rápido, porque les da visibilidad. A Argentina le hace bien por el turismo. Incluso como bailarín te puede servir para prepararte y mejorar tu tango. Pero con lo que no estoy de acuerdo es que el mundial sea el objetivo de un bailarín, que se arranque bailando ya pensando en ser campeón del mundo, como si no hubiera otra manera de hacer un camino. Cuando nos presentamos con Lorena (Goldestein), milongueábamos hace rato. No nos preparamos especialmente para el mundial. Nos apuntamos y nos presentamos. Hoy hay pibes para los que toda su carrera es prepararse para el mundial, que tienen eso como único objetivo.

«Hoy ir a la milonga, para muchos, es parte de un trabajo…por ese camino, no llegan a amar al tango… Nosotros no pensábamos que se pudiera vivir del tango. Sólo íbamos a pasarla bien. Y al perder eso se perdieron un poco los códigos que había antes.»

Después armaste una compañía de tango en la que estuvieron todos los campeones. ¿Casualidad o buscado?

Cuando armé “Tango Más Tango” en el 2009 no pensé en buscar a los campeones, se dio así, la idea mía era otra. Era un momento en que había mucho tango nuevo y quise llevar el tango de la milonga al escenario. Mostrar un baile más tradicional a partir de temas que son más de la milonga, no los típicos tangos de los shows de la Casa de Tango. Yo pensaba que un bailarín de tango salón también podía estar en el escenario, si estaba cuidado y con coreografía. Y fue un poco una revolución. Hoy en día cualquier exhibición en un festival es coreografiada, pero en aquel momento los bailarines de tango salón no estaban acostumbrados a trabajar con coreografías. Sí eran tangueros y muy buenos bailarines. Mirá, en la primera estaban Sebastián Achaval y Roxana Zuárez, Daniel Nacucchio con Cristina Sosa, Dante Sánchez con Angie (Angélica Ávalos), Octavio (Fernández) y Corina (Herrera), y Samantha Dispari y yo.

También quería diferenciarnos del típico show de tango en el que había un protagonista, ya sea un bandoneonista o un bailarín que se destacaba y bailaba seis tangos. Para mí el protagonista tenía que ser el tango, y fue así. Y se armó un grupo buenísimo, nos hicimos muy amigos, sobre todo con Sebas (Achaval) y Ro (Roxana Zuárez) que yo ya la conocía hacía mil años, era amigo de su abuela y la quería muchísimo, igual que a su mamá la quiero mucho. Y con Daniel (Nacucchio) y Cristina (Sosa). Y “re” buena onda con todos los demás. Seguimos siempre laburando juntos.

Tanto es así que la base de mi festival empezó siendo la compañía. Invito también a otras parejas porque mi idea es ofrecer distintos estilos para que la gente pueda encontrar el estilo que más le guste, pero siempre están algunos de ellos.

De izq. a der.: Christian Sosa, Jonathan Agüero, Magdalena Valdéz, Virginia Pandolfi, Roxana Suárez, Sebastián Achaval, Cristina Sosa, Daniel Nacucchio, Roberto Zuccarino, María Inés Bogado, Fernando Sánchez, Ariadna Naveira,  Virginia Gómez y Christian Márquez (Los Totis), Clarisa Aragón, Jonathan Saavedra, Vanesa Villalba y Facundo Piñero.

Contame más de tu festival, “Argentina Tango Salón Festival”.

Son cinco días, de jueves a lunes, diez parejas en total, con dos parejas dando tres clases en simultáneo por día, con estilos bien variados. Por ejemplo, en la edición de este año van a estar Javier Rodríguez y Moira Castellanos, Carlitos Espinoza y Agostina Piaggi, Facundo (Piñero) y Vanesa (Villalba), Los Totis (Virginia Gómez y Christian Márquez), Fernando Carrasco y Jimena Hoeffner, Magui (Magdalena Váldez) y Sebastián Jiménez, Dante Sánchez e Inés Muzzopappa, Juan Malizia y Manuela Rossi, Virginia Pandolfi y yo.

Bailan dos parejas por noche y todas las noches tenemos una orquesta, de las mejores orquestas. Antes también tenía una noche de teatro con un show de la compañía, ahora estoy viendo si lo permiten o no, por el tema de la pandemia. Quizás lo incluya, porque estábamos preparando algo, pero con la pandemia se nos cerró todo.

En Argentina, creo que es el festival más popular. Después del CITA, que es un festival con toda la historia, “Argentina Tango Salón Festival” es el que convoca más gente. Y en Europa no hay nada igual. Es imposible, sería mucho más caro. ¿Imaginate si tuvieras que traer a Europa a las mejores orquestas? Yo he tenido a la “Sans Souci”, a “Los Reyes del Tango”, a Ariel Ardit, al Chino Laborde, por nombrar a algunos.

Con María Inés Bogado.

¿Y qué te llevó a querer organizar tu propia milonga?

Bueno, mis orígenes son la milonga. Después, cuando empecé a bailar profesionalmente, trabajé en Casas de Tango porque no había mucho más. Hasta que las cosas cambiaron y empecé a trabajar de lleno en las milongas (exhibiciones).

Pero, la verdad es que no estaba pensando en organizar una milonga. Yo estaba mirando un lugar para organizar mi festival. Y cuando fui a ver el lugar para alquilarlo el dueño me propone que organice una milonga los jueves porque, me dice, “’Niño Bien’ (antigua milonga), hace ya un año que no está”. Entonces le digo, “esperá que voy a llamar al organizador de Niño Bien y le pregunto si él tiene pensado volver”.

¿Una cuestión de códigos esa llamada?

Claro, como corresponde. Yo podría no haberlo llamado, hacía unos años que él ya no lo organizaba, pero yo dije, no, es lo que corresponde. Tengo tradición de ir a la milonga de muy chico. Yo iba todos los domingos. Íbamos siempre a “Glorias Argentinas”, en Matadero. O a otra milonga que había al lado de una comisaría. Entonces, hasta el día de hoy tengo esa tradición de la milonga, del respeto que había, los códigos. Sigo con los mismos códigos.

¿Hay un Zuccarino distinto en cada una de las cosas que hacés?

Es cierto, hago muchas cosas. Tengo también una escuela de tango con Magui (Magdalena Valdéz), mi mujer. Tengo otros temas también, tengo muchas “cositas”. Pero cuando más placer siento ¡es bailando! (con énfasis), cuando estoy milongueando, con lo más artístico

En familia., con Magdalena Váldez, su mujer y sus hijos.

Pero es cierto que siempre me gustó también hacer muchas cosas, producir. Me gusta eso de “armar”. No sé por qué, quizás por la vida que me tocó.

¿En qué sentido?

En mi casa se vendían cosas siempre. Por ejemplo: mi familia hacía flores y las vendía en la calle. Me acuerdo cuando tenía seis años, en el día de la madre, salir con mi vieja a las seis de la mañana, y estar ahí, en Laferrere, vendiendo con mi familia, gritando ¡A las flores, las flores! (risas) ¡Y yo tenía seis años!

Siempre vendí. Vendía en los colectivos, … ¡Uy! Esto nunca lo conté, está bueno acordarse. Tengo una historia bastante… de vender… de…

¿De buscavidas? ¿Y de buscarte la vida a producir grupos musicales, shows de tango, festivales de tango, …?

Un poco buscavidas sí que soy…

Hoy, en el tango ¿Falta gente generosa como Osvaldo (Zotto) que quieran dar o falta gente que quiera recibir?

Buena pregunta. Creo que hay gente generosa, pero creo que se perdió un poco el respeto que nosotros teníamos por los “años”, por la milonga, por los que llevaban una bandera, por los que estaban peleándola. Me parece que desde el momento en que el tango se volvió una fuente de trabajo se sumó mucha gente que viene buscando eso, un trabajo. No lo critico, pero, por ese camino, no llegan a amar al tango. Hoy el ir a la milonga, para muchos, es parte de un trabajo: “Che vamos”, le dicen a la compañera,  “los dos bien vestidos, y tenemos que mostrar cómo bailamos, hagamos relaciones con éste, con aquel.”

«…El baile se intelectualiza y se vuelve mucho más académico, con mucho más estudio de la técnica… Antes no era así…Yo mismo entré en esa, dando un montón de conceptos técnicos: que si el eje, que si que se yo… me parece que ahí empezás a perder el poder trasmitir la historia…»

No todos. Hay también una camada de pibes jóvenes que saben mucho de tango, y pasan música de primera, porque estudian y saben, y respetan, y yo los respeto. Son los tangueros de hoy en día. Y lo sienten distinto, porque no vivieron lo que vivimos nosotros. Ni mejor ni peor, según su forma. Cada poeta escribe de lo que le toca vivir, según la forma en que se habla en el tiempo que le toca vivir.

¿Qué vivieron ustedes?

Nosotros no pensábamos que se pudiera vivir del tango. Sólo íbamos a pasarla bien. Y al perder eso se perdieron un poco los códigos que había antes.

¿Por qué?

Todo cambió. Hasta los maestros cambiaron. El baile se intelectualiza y se vuelve mucho más académico, con mucho más estudio de la técnica. Yo mismo entré en esa con mucho más lenguaje técnico en mis clases y dando un montón de conceptos técnicos: que si el eje, que si que se yo. Antes no era así. Me acuerdo cuando tomaba clases con Miguel Pla y él me decía: “El tango no se baila ni bien ni mal, se baila lindo o feo.” Y para él bailar lindo era bailar con elegancia. Entonces te explicaba cómo poner bien el pie, cómo te tenías que parar, cómo caminar. Pero no te hablaba de técnica. Hoy nosotros enseñamos un montón (con énfasis) de técnica… Y me parece que ahí empezás a perder el poder trasmitir la historia.

«Creo que cuando vos encontrás lo que sos, ahí encontrás tu tango.»

Y para vos, ¿qué es bailar lindo?

Para mí tiene que ver con algo que yo llamo “tanguedad”, que viene con los años de tango, con muchos, pero muchos años, recorriendo la noche. Se ve en un buen abrazo, en el caminar, que para mí son los pilares del tango. Un buen abrazo, más allá de la técnica. Y no necesariamente un abrazo como me gusta a mí, pero un abrazo.

Estoy en una etapa más abierto a distintos estilos. Casi a todos, te diría. Lo único que me gusta menos es cuando veo una pareja que parecen una copia. Sé que es un proceso. A mí me pasó también. Al principio es como que te enamorás de tus maestros. Me pasó con Silvio, después con otros, como Gustavo Naveira por ejemplo. Hasta que un día te preguntás “¿Y yo quién soy?” Creo que cuando vos encontrás lo que sos, ahí encontrás tu tango.

Hoy por suerte con mi compañera de baile, Virginia Pandolfi, estamos en una búsqueda muy parecida, que ante todo es una búsqueda personal. Queremos buscar un tango “real”, que muestre lo que realmente pasa cuando nos abrazamos ahí, en ese momento. Es una búsqueda difícil, nunca ensayamos una frecuencia, pero aun así me voy a mi zona de confort y ahí desconectamos.

Antes bailaba con Magui (Magdalena Valdéz), mi mujer y conectábamos un montón también.

Las mujeres de tu vida han sido muy importantes para vos. Con tus parejas has compartido también el tango, la música. Pero imagino que “tu vieja” fue la que más te influyó. Parece una obviedad, pero en este caso especialmente parece cierto, porque tu mamá fue alguien muy importante en la vida de muchas personas a las que ayudó ¿Me contás un poco de ella?

Mi vieja fue Mónica Carranza, fundadora de los “Caras Sucias”. Fue la primera “Mujer del año” en recibir el premio por una causa social. Fue una persona que sufrió mucho, que vivió en la calle, con una historia muy, muy jodida, y yo me crie bajo ese mandato. El de ayudar

¿Y el de buscarse la vida?, ¿no? A pesar de todo, de lo duro que sea, a seguir viviendo.

Pues sí, ella era una sobreviviente. Y era muy feliz. La verdad es que no conocí mucha gente como mi vieja, siempre muy alegre, siempre feliz “de la vida”, literalmente. Disfrutaba de cada cosa, de su familia. Estaba orgullosa de su familia. Siempre me inculcó que hiciera lo que me guste, pero “estudiá”, me decía. “Hacé lo que te guste, yo te apoyo, pero estudiá.” Por ejemplo, cuando le dije que quería ser pianista, me dijo: “Dale voy y te compro un teclado. Pero además te voy a anotar en el conservatorio. Hacelo bien”. Me inculcó eso: “hace lo que quieras, pero hacelo bien, da lo mejor”.

Ahora cuando hago una exhibición, tengo la costumbre de quedarme un rato solo, me concentro, y en ese momento pienso en mi vieja. Digo: “¿Vieja, estás acá? ¿Estás conmigo? Y la siento y me acuerdo de mi barrio.

«Cuando empecé en esto yo quería ser el “número uno”. Hoy me doy cuento que el número uno no existe, y menos en un baile como el tango. Hoy sé que la lucha está contra mí, con poder hacer lo mejor de mí. Al menos, dar todo de mí, que no siempre se puede.»

¿Volvés a Matadero cuando bailás?

El baile tiene mucho que ver con la vida. Para mí la búsqueda, como artista, sobre todo ahora, va por ahí. Por ahí al principio uno necesita identificarse con un grupo o con un estilo. Te sentís protegido por tu grupo y eso lleva a decir que “el que no baila como nosotros no me gusta”. Pero con el tiempo, a mí por lo menos me pasa, si veo bailarines que hacen algo totalmente distinto a lo que yo hago, pero siento que son auténticos, que lo que están haciendo tiene que ver con su vida, con cómo son ellos, yo los disfruto. Puedo salirme del lugar de bailarín crítico.

Cuando empecé en esto yo quería ser el “número uno”. Hoy me doy cuenta que el número uno no existe, y menos en un baile como el tango. Hoy sé que la lucha está contra mí, con poder hacer lo mejor de mí. Al menos, dar todo de mí, que no siempre se puede.

Yo siempre doy este ejemplo: mi amigo Seba Achaval, es un tipo que está siempre impecable, a cualquier hora del día, siempre bien vestido, siempre bien peinado. Bueno, su baile es impecable, como él. Por eso me gusta, porque en él es auténtico.

«Cuando bailo… Soy honesto con lo que soy, con lo que fui, con mi vida, con mi barrio, con mi vieja. Y cuando veo eso en otros, a mí me encanta.»

Y si vos lo ves al Chimi (Jorge Pahl), que es un pibe de barrio, cuando baila también muestra eso. Cuando Jorge baila tango, ¡baila tango! (con voz grave y énfasis). Y a mí me encantan los dos, porque los dos son auténticos. Cada uno está siendo auténtico con su vida.

Los primeros bailarines que me impactaron en el escenario fueron Natalia Hills y Mandagarán (Óscar) Y la segunda pareja que a mí me mató en el escenario fue Jorge Pahl con Silvia Céspedes. Para Lorena y para mí eran nuestros referentes. El “Derecho Viejo” de ellos lo miraba todo el día, me encantaba. La presencia que tenía Jorge en el escenario, yo la vi en pocos bailarines. ¡Y Silvia!, que además era una amiga, porque era alumna de Silvio también. Me acuerdo la primera vez que la vi, ¡no lo podía creer! Yo decía, esa no puede ser Silvia. Increíble. Cuando subía al escenario era la mina más linda del mundo.

¿Y cómo describirías a Roberto Zuccarino? ¿Cuál es tu tango?

Yo soy de Mataderos, soy un pibe de barrio. Y cuando bailo muestro eso. Mi tango es el de la milonga, el de Mataderos, el de “Glorias Argentinas”. La primera clase de tango que tomé en mi vida fue con Oscar Héctor. Para mí la definición del tango de Mataderos es el abrazo. No un abrazo elegante como puede ser el de Villa Urquiza que respeto un montón, pero lo que íbamos a buscar en Mataderos era más la sensación, no tanto lo estético. El tango de Mataderos es un tango con mucho barro.

Después como bailarín profesional uno se da cuenta que le tiene que meter mucha más técnica, trabajo. Pero mi tango es de barrio. Cuando era chiquito vivía en una casa que no tenía ni puertas ni ventanas. Yo no me puedo olvidar de eso. Por ejemplo, cuando bailo una milonga, digo: “Vamos a meterle cumbia”. No lo digo por marketing, lo siento así, yo me crie escuchando y bailando cumbia. Soy honesto con lo que soy, con lo que fui, con mi vida, con mi barrio, con mi vieja. Y cuando veo eso en otros, a mí me encanta.

Gracias Roberto, muchas gracias, de verdad, por tu sinceridad, tu honestidad. Se nota.

Barro, mezcla de agua y tierra que, como la tierra cuando es mojada, podrá ser fértil. Barro como materia prima moldeable al calor de unas manos. Manos que refieren a la función materna como lo donante y alojante. Manos que amasan y dan de comer, cosen y lavan, acarician y curan, y acompañan cuando se dan para guiar el camino hasta que es necesario que saluden para dejar ir. Las heridas sin cura que llevan consigo quienes sufrieron una infancia desamparada dicen de la falta de unas manos por encima de todas las carencias. Incluso aquellas infancias institucionalidades sufren heridas causadas por esa falta: a los pibes que viven en instituciones nadie los abraza o acaricia por la noche para que puedan alcanzar la calma necesaria para poder descansar. Se duermen entonces sin calma ni descanso y eso se expresa en múltiples formas de conductas alteradas.

En ese punto, con la descripción que hace Roberto de su propia madre, Mónica Carranza, fundadora de los “Caras Sucias”, asociación para chicos de la calle, nos llega una imagen de lo materno que lo pone en valor como función que puede ser ejercida más allá del hecho biológico, y más allá del sexo de quien la ejerce, como aquello que da vida porque habilita a ganarse una vida. Por otro lado, recibir como mandato el buscar la vida más allá de las carencias y penurias, haciendo de sí un buscavidas, dice de un hijo que pudo recibir lo nutricio que le daban en su casa, aun cuando muchas veces faltaba la comida y amigos-hermanos tenían que dejarla en la puerta.

Lo nutricio de esa madre fue su alegría de vivir a pesar de todas las penurias padecidas, enseñar a amar la vida por encima de todo. Entonces la tierra mojada pudo ser barro y no lodo en el que quedarse empantanado. Con esa lluvia de alegría, pudo encontrarse la potencia del barro, de aquello que naciente del barro nace desprovisto de brillo, pero sin embargo cuenta con la maleabilidad para convertirse en cualquier objeto, de poder devenir lo que se quiera. Poder encontrar la potencia de la falta, hacer de la falta potencia para ganarse la vida, es definitivamente un don que pude donarse desde lo materno, pero que también cada sujeto tiene que poder donarse a sí mismo. No todos pueden comer de ese plato, aunque este servido en la mesa.

El barro remite también a lo originario, a lo fundante como aquello que da origen a la existencia de cada uno y también de un pueblo. Cuando Roberto nos dice que al intelectualizar la enseñanza del tango se pierde trasmitir la historia y no se llega amar al tango, habla de un lazo con lo originario que se desanuda o incluso se corta. El baile se vuelve entonces algo seriado, una copia, porque no se sabe qué se está bailando.

No se trata de que vayamos ahora todos al arrabal para poder bailar un tango más auténtico. Ni mucho menos “hacernos pasar” por milongueros en una impostura. Se trata de volver a las fuentes para entender qué dice ese tango que se pretende bailar. Las historias permiten entender un lenguaje, una forma de hablar, y entonces se podrá entender y sentir lo que el poeta buscaba trasmitir en ese tango. Sin conocer la historia no hay escucha posible que lleve a un baile auténtico, sea el que sea para cada uno, como dice Roberto Zuccarino. Se necesita conocer la historia incluso para poder darle un nuevo significado, uno que tenga sentido para los tiempos de hoy.

Quizás es tiempo de pensar una vuelta desde la técnica que ha hecho que el tango brille en los escenarios del mundo y que se multipliquen por miles los que lo quieren bailar. Una vuelta que quizás se puede pensar como una vuelta al barro para ganar salpicaduras de color que den singularidad al baile de cada uno, tintes de verdad.

Flavia Mercier

2 comentarios en “Roberto Zuccarino: “Cuando bailo yo soy un pibe de Mataderos. Soy honesto con lo que soy, con lo que fui, con mi vida, con mi barrio, con mi vieja.””

  1. TAL CUAL ..Asi es ROBERTO ZUCCARINO …yo se que tiene UN CORAZON mas grade que su CUERPO …pero es cuidadoso al mostrarse …
    LO SE PORQUE MANTENEMOS UNA RELACION QUE EXEDE LO TERRENAL Y ESTA Y ESTARA POR SIEMPRE..!!!! RAUL ROLON .!!!!

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