Entrevista a Fernando Rodríguez y Estefanía Gómez: “El secreto es trabajar”.

De sus Pergamino y San Antonio Oeste natales Fernando Rodríguez y Estefanía Gómez llegaron a Buenos Aires tras muchos años de bailar folclore argentino, habiendo comenzado muy pequeños. Una vez en la capital del tango mundial ambos comenzaron su andadura por el tango, recorriendo muy diferentes caminos. El de Estefanía con un paso previo por la UNA y el de Fernando formándose con Roberto Herrera y Vanina Bilous y siendo parte de importantes compañías, como “Tango Pasión” y “Tango Seducción”, con las que realizó numerosas giras, así como en las más renombradas Casas de tango como “Esquina Carlos Gardel”, “Rojo Tango” (Hotel Faeno). Comenzaron su andadura conjunta hace casi 10 años, trabajando en “Tango Porteño”, “Rojo Tango” y “Piazzola Tango”. Destaca su paso por el Campeonato Mundial de Tango en el 2019, momento en el que se consagraron campeones mundiales en la categoría de tango escenario. Y más allá de todo este currículo a Fernando y a Estefanía cabe presentarlos como dos “trabajadores” del tango, ya que el único secreto que destacan detrás de su trayectoria es “Trabajar”.

Fernando Rodríguez y Estefanía Gómez. Fotografía de Federico Paleo.

¿Qué los llevó a ser bailarines? ¿Qué hizo que a lo largo de su trayectoria nunca dijeran “hasta acá llegué, no sigo”?

Fernando: No sé, no te podría decir cómo arrancó, porque yo tenía tres años. Pero nunca me planteé hacer otra carrera. Sí me planteé quizás sumar una carrera por una cuestión económica. Creo que no podría hacer algo fuera de esto, no me imagino una vida sin esa adrenalina del escenario. Una gran prueba fueron estos dos años de pandemia.

¿Cómo lo pasaron?

F: A nivel emocional no tan bien porque me sentía angustiado por esa no actividad. Me sentía hasta inútil porque con 42 años de golpe estaba obligado a parar casi dos años.

Estefanía: Yo en lo personal pasé por todos los estados. Al principio fue como un descanso. Durante 7 años habíamos trabajado todas las noches y lo máximo que nos habíamos tomado de descanso había sido 1 semana. Y como soy muy exigente conmigo, me siento menos culpable de descansar si para todo el mundo. Como fue el mundo el que paró, al principio casi que lo disfrutamos, hasta que ya estábamos descansados y empezamos a estar más inquietos y a sentir más la necesidad de hacer cosas.

Además, replantearse si no hago esto qué haría, cuando estamos tan acostumbrados a hacer esto porque lo hicimos desde siempre, desde pequeños. En la pandemia todo el mundo encontró como una segunda fase de sí mismo y empezaron a hacer otras cosas: uno empezó a pintar, el otro a lo que sea… Y para nosotros como que no había otra cosa que nos llenara de la misma manera. De hecho, empezamos un emprendimiento para vender mates que quedó ahí.

¿Tuvieron miedo de no poder volver a bailar?

F: Miedo no, sentí más desesperación. Quería salir ya. Claramente una desesperación. Miedo, no, porque la globalización no permite que se pare por mucho tiempo.

La verdad es que nunca existió en mi vida la idea de hacer otra cosa. Siempre digo “el día que no me pueda dedicar más a bailar seré stage manager, sonidista o iluminador, o algo relacionado con el arte”. Sé que ese día va a llegar, pero hasta ahora nunca me planteé hacer otra cosa. De hecho, nos vinimos de provincia a Buenos Aires a bailar. Yo me vine de Pergamino a los 20 años, tengo 42.

E: Igual nosotros trabajamos un montón online durante la pandemia. La realidad fue que se nos abrió una posibilidad de armar coreografías para parejas del interior o de otros países, que aún hoy continua. Dimos algunas clases también, pero es un medio tan frío, y el tango es algo tan perceptivo, tan sensorial -necesitás tocar a la persona y ver lo que le produce-, que vimos que no servía y decidimos no hacerlo más.

Fotografía de Federico Paleo.

Vos, Fer, venías del folclore, ¿no?

F: Sí, los dos. Yo empecé a bailar folclore a los 3 añitos y hasta los 19 que empecé a bailar tango y me vine (a Buenos Aires). Y al poco tiempo de llegar empecé a tomar clases con Roberto (Herrera) y Vanina (Bilous).

¡Pavadita de maestros para empezar! (risas)

¡Sí! Me acuerdo cuando los vi por primera vez. Estaba en el living de mi casa viendo un programa que ya no existe, “La noche con amigos” de Lionel Godoy, y veo una pareja bailando “Recuerdos” y dije: “A mí me encantaría hacer algo así”.

¿Y cómo fueron esos primeros tiempos cuando llegaste a Buenos Aires?

Vine con una compañera que después se volvió. Ahí conocí a Dolores de Amo (Directora artística de “Esquina Carlos Gardel” y “Piazzola Tango”). Dolores fue la primera persona que me dio un trabajo en Buenos Aires. Dolores de Amo junto a Juan Fabri (Productor General de “Esquina Carlos Gardel” y “Piazzola Tango”). Juan y Dolores tenían una milonga en el Club Almagro, una de las más viejas que ya no existe más, y ella me invitó a trabajar y a bailar ahí. Ahí hice mi primera exhibición. Después, cuando mi compañera se volvió pasó de todo. Dormí en la calle, me recontra re mil cagué de hambre. Dormí en la cochera de un estacionamiento en un auto que no era mío. Dormí en una pensión con mucha humedad y mucho frío.

Se complicó un poco la cosa…

F: Se complicó porque yo me vine sin trabajo. Es decir, cuando trabajábamos en la milonga de Dolores y Juan, yo no vivía acá (Buenos Aires), yo venía de Perganimo. Después cuando decido venir a vivir, me vine sin trabajo. Son cosas que no me dan pena contarlas, porque me da satisfacción haber visto de dónde vengo. Hasta que me cansé de vivir así.

¿La pasaste mal?

F: Mirá Fla, ahora me cabe un montón decirte que la pasé mal, pero la verdad es que yo no sé si fue así. Porque sé que eso me fortaleció para saber que lo que venía no era fácil. No sé si la pasé mal. Capaz que me volví porque me acobardé un poco.

«…Dormí en la calle, me recontra re mil cagué de hambre. Dormí en la cochera de un estacionamiento en un auto que no era mío. Dormí en una pensión con mucha humedad y mucho frío… Son cosas que no me dan pena contarlas porque me da satisfacción haber visto de dónde vengo…»

Fernando Rodríguez

¿Habías llegado a hacer algún trabajo en ese período?

F: Había trabajado en “La Cumparsita” y después hice un reemplazo en “El Querandí” aunque terminé renunciando al mes. Creo que no llegué a hacer ni cinco shows y me volví a casa. Al tiempo me fui tres meses a dar clases a Brasil y de ahí volví para irme a Rosario a terminar el secundario, aunque terminé haciendo de todo menos el secundario. Y después de casi dos años sin trabajar en la danza, me dije: “Quiero volver a bailar”. Justo en Rosario había una audición de “Tanguera”, el musical, y de 200 bailarines quedé yo solo. Eso fue una pauta para decir: “Ah, puedo vivir de esto”. Tenía 24 años. “Me vuelvo”, dije. Y desde ahí cuando me vuelvo (a Buenos Aires), empiezo a trabajar, a trabajar, a trabajar, y no paré.

¿Te fuiste de gira con Tanguera?

No, aunque llegué a ensayar y todo, cuando todos iban a firmar el contrato, me dicen “Bueno, vos no, porque llegaste más tarde a los ensayos.” Yo llegué con dos semanas de ensayo y ellos ya hacía un mes que estaban ensayando. “Pero, ¿cómo? Me vine a Buenos Aires”. “Bueno, sí, pero no. Quedás afuera.” Así que viendo como todos mis compañeros se iban de gira a China tuve que salir a que buscar trabajo.

Y ahí me presentaron a Silvana Allievi que era bailarina de “Carlos Gardel” (“Esquina…”) y empecé a prepararme para bailar con ella. En esa época Jorge Pahl que era bailarín también de “Esquina” supo hacerme de hermano mayor y me aguantó incluso unos días en su casa.

¿Y vos Estefy?

E: Yo nací en Río Negro, en San Antonio Oeste, y me vine a los 18 a estudiar al IUNA, lo que ahora es la UNA (Universidad Nacional de las Artes). Me recibí, soy licenciada en folclore, mención danzas folclóricas y tango, y ahí empecé a bailar tango. En el IUNA había hecho algunas materias, pero recién cuando me recibí empecé a bailar tango, hasta entonces siempre había bailado folclore, desde los 8 años que empecé. Bailaba en una agrupación de San Atonio, “Martín Fierro”. Pero el IUNA te lleva a conocer otros ambientes, otra gente, y me gustó más el tango, y empecé a meterme más y más, hasta que lo conocí a Fer, empezamos a trabajar y no paré más.

¿Y cómo fue que se conocieron?

F: Nos presentó un compañero en común, Nicolás Shell. Yo estaba bailando con Karina Piazza en el Faena, pero haciendo un reemplazo, así que necesitaba buscarme una compañera. Un día me fui a tomar una cerveza con Nico, que era compañero mío del Faena, y le pregunté: “Che, Nico, vos que trabajás ahí en el IUNA ¿no conocés alguna bailarina que pueda llamar?” Y me dio el teléfono de dos. Una no me atendió y la otra era Estefy.

¡Se lo perdió!

F: No sé, ¡o ganó!, todavía no lo sabemos (risas). Me acuerdo que la llamé un domingo, el miércoles nos juntamos, al otro miércoles estábamos audicionando, y al otro miércoles ya estábamos trabajando. Y desde entonces hasta ahora.

¿Así, sin más? ¿O vos confiabas que la “podías preparar” como se dice?

F: Mirá Flavia, yo no creo mucho en “el circo” de “dejá, yo te manejo…” Naah, naah. Esto es un 50 y 50, hay que sacarse los anillos y trabajar. No hay “un” secreto, para mí es todo mentira. El secreto es trabajar ¿viste?

«Cuando ella me dijo: “Yo quiero ir a Cosquín y al Mundial”. Yo le dije: “A Cosquín puede ser, al Mundial, no.” “¿Al Mundial voy a ir después de que estuve en “Tango Pasión”, “Tango Seducción”, y en varias otras compañías, y viajo hace un montón?” Y después pensé: “¡Qué chiquita mi cabeza! ¡Qué chiquita mi cabeza! (con énfasis)” ¡¿Cómo me iba a perder esta situación?! No sabés lo feliz que fui atrás del escenario.»

«Muchos colegas me lo dijeron: “¡Pero, no! ¿Cómo te vas a presentar en el Mundial?” Y yo decía: “¿Qué tengo que perder?»

Fernando Rodríguez

E: La cosa fue así. Los primeros ensayos probamos un par de trucos y él dijo.: “Listo. Sabés hacer un par de trucos. Ya está.” Yo le dije: “Yo quiero presentarme en Cosquín, en el Mundial. Quiero un compañero para hacer todo.” Y él me dijo lo mismo: “Yo estoy buscando una compañera. No quiero un trabajo con una, otro con otra.”

F: Yo reniego mucho de los que pululan con todas las mujeres. Y sé que somos los hombres.

Algunas bailarinas también lo hacen…

F: Una, dos. Al menos que yo conozca. Hombres… puff  (su gesto implica “muchos”).

Entiendo que es por trabajo. Tal vez, no sé, hay quien elige eso. Aunque también veo que cuesta jugarse por alguien. Yo lo prefiero siempre.

E: A mí me pasó que empecé a bailar con él y él venía con su carrera y su historia detrás -había bailado en un montón de compañías y había hecho un montón de cosas- y yo venía como recién llegada del folclore y con muy poco tango y sin conocer a nadie, y él nunca me hizo sentir menos. Dejó que yo colaborara en la creación de las coreografías, siempre pude decir mi punto de vista, siempre fue muy 50 y 50. Nunca me trasmitió algo así como: “Vos que recién empezás, haceme caso a mí”. Nunca, jamás. Ni ahora ni el primer día.

F: Igual no me lo hubieras permitido (risas). Tiene mucho carácter (dirigiéndose a mí).

«…Yo no creo mucho en “el circo” de “dejá, yo te manejo…” Naah, naah. Esto es un cincuenta y cincuenta, hay que sacarse los anillos y trabajar. No hay “un” secreto,… El secreto es trabajar ¿viste?»

Fernando Rodríguez

E: De hecho, en el primer lugar que audicionamos nos dijeron que no, porque yo era muy petisa. A mí me dijeron que no, a él lo querían. Estaban buscando bailarinas altas.

F: Muy altas.

E: Yo creo que otro bailarín en su lugar me hubiera dicho: “Bueno, gracias”, y se buscaba otra chica para entrar a laburar ahí. Hubiera dicho: “Mirá yo necesito este laburo…”, que es lo que hace la mayoría, y listo. Y él dijo: “Bueno, ya está. Si ella no entra, no entramos ninguno de los dos y nos vamos a buscar otro lugar”.

F: Nos fuimos, y después terminamos trabajando en esa casa. 

¿Dónde fueron?

E: Fuimos a “Carlos Gardel” (“Tango Carlos Gardel”) y Dolores (de Amo) nos dijo: “¡Empiezan ya!” Y nosotros llevábamos tres ensayos juntos.

¿Y después fueron al Faena, para al final volver con Dolores y Fabri al Piazzola?

F: Cuando entramos a “Carlos Gardel” Dolores nos envió a “Tango Porteño”. “Tango Porteño necesita frescura. Váyanse para allá”, nos dijo. Pero entramos para hacer un reemplazo hasta el 23 de abril, justo un año. Y, entonces, tres semanas antes del 23 de abril yo empecé a buscar otra cosa y el Faena nos llamó. Y ahí Fabri nos dijo: “Pero, ¿cómo? Si yo quería que se quedaran.” “Juan, vos me dijiste hasta el 23 de abril” “Pero no te dije más nada y ahora quiero que se queden.” “Juan, mi palabra es mi palabra, y yo la dí. Nosotros nos vamos…” Y nos fuimos.

E: Pero después empezamos a salir mucho de gira y el Faena nos dijo: “Necesitamos una pareja que se quede”. Así que terminamos nuestras giras y volvimos a trabajar con Juan (Fabri) y Dolores (De Amo) que siempre nos abrieron las puertas de sus casas.

Fernando Rodríguez y Estefanía Gómez en Rusia. Fotografía de Olga Akimicheva.

¿Cuáles serían los momentos más mágicos que recuerdan de su carrera?

F: Yo la otra vez tiré una frase que me gustó ¿Puedo hacerme el “artista” y decirla otra vez? “El mejor momento está por venir.”

Pero, si me dejo de hacer el artista y contesto como el del barrio, creo que uno es el haber entrado con muy poco tiempo de baile y muy jovencito -yo tenía 24 años- a “Tango Pasión”. No me fue fácil para nada, pero aprendí muchísimo de esos gauchos, de compartir escenario con ellos. Me tocó un elenco con gente con mucha experiencia. También el haber ganado el mundial. Y muchos lugares hermosísimos en los que estuve.

E: Yo siento que recién empiezo.

Que lo mejor está por venir, entonces (risas)…

E: Sí, aunque, obviamente, el Mundial fue muy importante. Era algo que yo quería hacer hace muchísimo. También cuando entré a la primera Casa de tango. La primera gira, que también era algo que yo quería hacer hace muchísimo. La primera gira que hicimos solos…

«Nosotros tenemos siempre muy presente que uno baila lo que es. Uno baila con la historia que trae. Puede ser que bailemos tango, pero bailamos más interpretativamente porque venimos del folclore… Estamos muy convencidos -mucho, mucho, mucho- que bailamos lo que somos. Muchos bailarines nos dicen que hay mucho folclore en el tango que hacemos y al revés. Ahora que estamos intentando volver a bailar algo de folclore, cuando lo hacemos delante de alguien que se dedica a eso, nos dice: “Ay, se les re ve lo tanguero que tienen.”»

Estefanía Gómez

¿No se la jugaron un poco participando del Mundial cuando ya tenían una carrera? ¿Qué pasaba si les iba mal?

F: Muchos colegas me lo dijeron: “¡Pero, no! ¿Cómo te vas a presentar en el Mundial?” Y yo decía: “¿Qué tengo que perder?”

¿Una imagen?

F: ¿Y eso qué es? Eso es ego, y el ego es el peor defecto que tenemos. Es el ego por lo que a veces le cuesta decir a la gente ¡Qué lindo que bailás! O ponerte un comentario en el Instagram o en el Facebook. Por supuesto que no a todos, pero a muchos.

Cuando ella me dijo: “Yo quiero ir a Cosquín y al Mundial”. Yo le dije: “A Cosquín puede ser, al Mundial, no.” “¿Al Mundial voy a ir después de que estuve en “Tango Pasión”, “Tango Seducción”, y en varias otras compañías, y viajo hace un montón?” Y después pensé: “¡Qué chiquita mi cabeza! ¡Qué chiquita mi cabeza! (con énfasis)” ¡¿Cómo me iba a perder esta situación?! No sabés lo feliz que fui atrás del escenario.

E: Yo siempre digo que Fer parecía un perrito cócker atrás del escenario. De hecho, en un momento sentí la necesidad de decirle: “Vení, vení. Conectemos un poquito entre nosotros.” Porque él estaba en Disney.

¿Y qué fue lo que produjo ese cambio Fer? ¿Qué encontraste detrás del escenario?

F: Gente buena, gente fresca, gente que estaba como nosotros atrás de una ilusión. Yo me ilusioné con el Mundial en el 2018 cuando salieron campeones Sagdiana y Dimitry (Sagdiana Xamzina y Dimitry Vasin). En un momento me toqué y tenía traspiradas las axilas -yo nunca transpiro las axilas, yo transpiro sólo el pecho y la espalda-, y pensé: “Esto es adrenalina. Me encanta, quiero esto.” Así fue que era enero de 2019 y yo ya me quería anotar en el Mundial. Salió la inscripción y al toque fuimos y nos inscribimos en la Plaza del Congreso. Y así viví todos los días. Mágicamente no hubo un día que nos peleáramos. Ni uno. Todas las parejas de tango nos peleamos en algún momento para ensayar. Hubo días que no salieron tan bien las cosas, y hubo un día que dijimos: “Che, hoy nos vamos a pelear, no vamos a estar bien. Paguemos la sala y vámonos.”

Fotografía de Federico Paleo.

¿Cuando se subieron al escenario estaban “re pilas” entonces?

E: La verdad es que yo siento que el Luna Park nos comió un poco.

F: Lo que pasa es que vos estabas atrás y escuchabas después de que bailaba cada una de las parejas anteriores que se caía el Luna Park. Y vos decías ¿Tan bien bailaron estos hijos de puta? ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Claro, todo eso te avasalla, te come crudo. Todo lo que aprendiste hasta ahí, no vale. Todo lo que bailaste, todo el teatro, no vale. Hacés un reset de tu disco duro. Te morfa, te morfa.

Lo disimularon bien, no se notó. Más bien lo contrario.

E: De hecho, ¿viste que cuando ganás te hacen volver a bailar? Yo sentí que nunca había bailado tan mal. Me temblaban las piernas. No podía dejar de sonreír, así que mis gestos eran medio raros. Nos sentimos mucho mejor al otro día, en la exhibición, más relajados, lo disfrutamos.

F: A mí en lo personal me pasó algo un poco distinto. Porque, aunque esta es una experiencia de a dos, te mueve cosas muy profundas para cada uno. En la final, se le desprende el cinto a ella, hago un cuarta y se lo arranco, como si fuera parte de la coreografía. La gente aplaudió, pero nosotros nos fuimos re mal. Ella se quería ir del certamen, yo estaba re angustiado. Y entonces dijimos: “Pará. Vamos adentro, que se nos pase un poco la angustia.” Yo me fui muy angustiado, hasta que dije: “No, basta. Yo tengo que ganar esto. Me merezco ganar (con énfasis)”, como si los otros no se lo merecieran. “Yo me merezco ganar porque le puse mucho amor. Porque hasta acá yo tuve sólo esta meta.” Lo declaré, lo sentí, me veía campeón. No por una cuestión de ego, no con un afán de quedar por encima pisoteando cabezas, sino por un deseo profundo (con énfasis). Un deseo profundo y mucho amor, no sé si me logro explicar… Fue como un decreto del universo, creo.

E: La verdad es que toda la experiencia, como balance, fue cien por ciento positivo. Porque ensayamos sin pelearnos -que es un re logro-, porque disfrutamos un montón, porque estuvimos en cada detalle, en la música, en el pelo, en la ropa, y como broche de oro, el premio. Y después obviamente el reconocimiento de la gente, de los pares que vienen y te felicitan. Ese fue también uno de los mejores premios.

«Yo me fui muy angustiado, hasta que dije: “No, basta. Yo tengo que ganar esto… Lo declaré, lo sentí, me veía campeón. No por una cuestión de ego, no con un afán de quedar por encima pisoteando cabezas, sino por un deseo profundo (con énfasis). Un deseo profundo y mucho amor, no sé si me logro explicar… Fue como un decreto del universo, creo.»

Fernando Rodríguez

¿Qué les impulsa más como artistas? ¿El bailar o el escenario?

F: No sé, creo que el escenario tiene una magia que no existe en otro lugar. Para mí es lo que se pone en juego en el escenario. La adrenalina. La adrenalina que te provoca saber que alguien está mirando y no sabés quién. Aunque suene medio cursi, esa cosa cuando se prenden las luces, se logra un silencio…

E: Ah, sí. Eso se me había olvidado. Eso nos pasó también. No sé si es el tema o qué, pero, por lo general, siempre que bailábamos Kicho (el tema con el que ganaron el Mundial de Tango Escenario) se producía un silencio total. Silencio, silencio, silencio. Y eso nos pasó en el Mundial, que con las otras parejas el Luna Park explotaba cuando hacían algún truco, y con nosotros fue silencio (con énfasis) hasta que terminamos.

¿Y qué lectura hace ustedes de ese silencio?

F: Seamos positivos. Creo que logramos ese imán, que la gente mire y se calle.

¿No será porque ustedes estaban contando algo además de moverse? Mientras que en los otros casos, como ustedes decían, el público explotaba con los trucos ¿No será eso que lo que hace que la gente mire y se calle sea que está siguiendo un hilo?

E: Bueno, fue uno de nuestros disparadores para hacer la coreo. Nosotros dijimos: “¿Qué podemos ofrecer al Mundial, que no tenga o que tenga menos?

F: Contar algo, un hombre y una mujer.

E: Sabíamos que coreográficamente podíamos hacer 50.000 ganchos pero nunca lo íbamos a hacer igual de perfecto que otros. O sí, capaz que sí, pero sabíamos que corríamos con desventaja con eso. Que quizás ensayando un montón íbamos a poder hacerlo pero no nos íbamos a distinguir. Entonces ¿Cuál era nuestro fuerte? Nuestro fuerte es más lo actoral, aguantar las quietudes. Por ejemplo, una de las cuestiones que nos planteamos fue: “Quedémonos quietos, a ver qué pasa”.

F: Hay un plano en el que ella se va sola hacia adelante y yo me voy solo hacia atrás, la vuelvo a buscar y pienso: “Uy pasaron tres ochos y ella no hizo nada.”

E: Eso fue lo que más tuve que trabajar: caminar hacia el frente sin hacer nada.

F: Sola.

E: Pensar: “Ay, ¿cómo pongo el cuerpo? ¿cómo pongo las manos? ¿y los hombros?, …”

«Nosotros creemos que somos una sociedad con la música… Ni competir con la música, ni sobreactuar nada, para que no se vea algo puesto. Por eso en nuestras clases,… les proponemos a los alumnos trabajarla desde el lado interpretativo. Para nosotros se trabaja desde el momento cero, porque los movimientos tienen que ver con lo interpretativo. Si vos aprendes un movimiento y después le querés dar una significación, no te va a salir nunca. Y te puedo asegurar que al final de la clase, si hay diez parejas, ninguna la hace igual.»

Estefanía Gómez
Fotografía de Federico Paleo.

¿Hay diferencias, a nivel de emocional, entre bailar tango o folklore?

F: Yo en lo personal me considero un bailarín. No sé si hay diferencias. Porque en mi casa no les gustaba el árabe y el flamenco, porque lo hubiera hecho con el mismo amor. A mí me gusta sentirlo al baile, me gusta bailar descalzo, me emociono tanto con una música de tango, como con una de folclore. Pero no sé si es más, menos, mejor o peor. Es como si nos preguntáramos ¿Qué es más importante, mamá o papá?

E: Nosotros tenemos siempre muy presente que uno baila lo que es. Uno baila con la historia que trae. Puede ser que bailemos tango, pero bailamos más interpretativamente porque venimos del folclore que siempre le busca un por qué o un significado a lo que hacemos. Yo hice también algo de contemporáneo y entonces creemos que lo que hacemos también tiene que ver con algo medio desarmado, porque venimos de ahí. Estamos muy convencidos -mucho, mucho, mucho- que bailamos lo que somos. Muchos bailarines nos dicen que hay mucho folclore en el tango que hacemos y al revés. Ahora que estamos intentando volver a bailar algo de folclore, cuando lo hacemos delante de alguien que se dedica a eso, nos dice: “Ay, se les re ve lo tanguero que tienen.”

¿Cómo ven hoy tanto al tango como al folclore?

F: Al tango lo veo re positivo, hay chicos por todos lados bailando muy bien, muy bien (con énfasis). Creo también que el tango está en un momento de receso, que hay un montón de información y cada uno la maneja cómo puede. Y creo que como todo receso hay que seguir alimentándolo, pero lo veo positivo.

Y el folclore también. Los certámenes de folclore son tremendos, cada vez más llenos. Cosquín está tremendo. A veces me pasa con el folclore que se ponen de moda cosas que no me gustan, y lo mismo me debe pasar con el tango, pero todo lo que suma, aunque a mí no me guste, es positivo.

E: Lo que está bueno es que en general hay mucho más estudio, de todo.

F: Sí, pero, si bien rescato el tema de tomar clases, clases, clases, porque eso es buenísimo, es el único secreto, no me gusta que algunas parejas bailen parecido a otras, que no busquen su identidad. Que las clases no sean para nutrirse sino para copiar al maestro. A mí me gustaría que no haya diez parejas de bailarines bailando igual que Juan y Mónica, ponele. Quisiera que haya diez parejas que vayan a la clase de Juan y Mónica pero que busquen su identidad, su estilo. Creo que hoy hay muchas más herramientas para poder forjar mejor tu estilo que hace unos 15 años. Nosotros lo encontramos cuando ensayábamos para el Mundial, eso fue otra de las cosas positiva.

La pregunta obligada es entonces ¿Cómo se logra un estilo propio?

E: Para mí tiene que ver primero con una investigación y después con no querer hacer de eso que le agrada a la mayoría.

F: Lo que está de moda.

¿Lo que vende?

E: Lo que vende tiene su lado bueno, porque nos da de comer. Nosotros trabajamos en una Casa de tango donde justamente se nos pide que hagamos tal cosa porque es lo que la gente quiere ver. Ahora, fuera de eso, cuando podemos ser más libres, nos juntamos con Fer, ensayamos y buscamos, primero, qué es lo que va más con nuestra personalidad, y después, si tomamos alguna clase, qué herramientas vamos a usar, y cuáles no, cómo sí y cómo no. En parte tiene que ver con una búsqueda de la energía de la pareja. Con lo que yo reacciono y él me devuelve. Porque yo, Estefanía, con Fer bailo de una manera. pero mañana con otro bailarín, será otra cosa.

Nosotros creemos que somos una sociedad con la música. Cuando escuchamos un tema primero pensamos qué nos dice para poder ir, más o menos, por ese lado. Ni competir con la música, ni sobreactuar nada, para que no se vea algo puesto. Por eso en nuestras clases, cuando enseñamos una secuencia les proponemos a los alumnos trabajarla desde el lado interpretativo. Para nosotros se trabaja desde el momento cero, porque los movimientos tienen que ver con lo interpretativo. Si vos aprendes un movimiento y después le querés dar una significación, no te va a salir nunca. Y te puedo asegurar que al final de la clase, si hay diez parejas, ninguna la hace igual.

«A mí me gustaría que no haya diez parejas de bailarines bailando igual que Juan y Mónica, ponele. Quisiera que haya diez parejas que vayan a la clase de Juan y Mónica pero que busquen su identidad, su estilo. «

Fernando Rodríguez

Retomando en este punto lo que decías antes de que “renegás” mucho con el hecho que en la actualidad se cambia mucho de pareja ¿Lo podrías ampliar a la luz de todo esto que venimos charlando?

F: Creo que lo que pasa es que a mí me gustan mucho las parejas de tango, mucho. Me gusta ver cómo los bailarines se entrelazan y llevan adelante un producto tan lindo. Son muchas las parejas que me gustan. Me pongo más grande y me gustan cada vez más parejas.

Bueno, empezaste con Roberto (Herrera) y Vanina (Bilous)

F: Y, sí. Y en ese sentido me da pena ver bailarines que “pululan” entre varias bailarinas, porque muchas veces hay unas bailarinas excelentes que no tienen compañeros porque los hombres al saber que son menos, bailan con esta, con esta y con esta. Y obvio que hay una cuestión económica, con la que no me meto ni opino.

E: También tiene que ver con una cuestión de trabajo de pareja que no es fácil. Hoy estamos tan acostumbrados (la sociedad) a que, en cuanto se puso un poquito difícil: “Chau, chau, nos vemos”.

«…Si a uno le cuesta coincidir con una pareja de vida, esto es arte, y el arte es re difícil de coincidir, que lo que me guste a mí le guste al otro. Y me temo que hoy al menor chispazo, la gente deja a esa pareja y se va a trabajar con otro. Y sin decirle a nadie “bancátela” o no, creo que sí hay que saber que para construir una pareja hay que poder pasar por esas diferencias.»

Estefanía Gómez

Bueno esa es la impronta que marca todas las relaciones o vínculos en la actualidad. Al más mínimo problema se acusa al otro de “tóxico” y se recomienda “soltar”…

F: Y entonces yo me pregunto ¿Dónde está el compromiso?

El compromiso con qué, habría que añadir. De lo que ustedes están diciendo se deduce que es con la pareja de baile porque lo es con la danza, con el arte, y por consiguiente con ustedes mismos. Es un compromiso con la pareja de baile porque esa es la forma que ustedes entendieron que pueden dar lo mejor de sí como artistas. De esto se trata dejarse guiar por una ética orientada por el deseo. O sea, tomar decisiones en función de lo que más se acerca a lo que uno desea devenir.

E: Efectivamente. Son decisiones y yo no soy quien para juzgar a nadie. Pero yo creo que no hay una pareja que esté más de 6 y 7 años juntos que lo haya hecho sin ninguna pelea, sin ninguna discusión. Si a uno le cuesta coincidir con una pareja de vida, esto es arte, y el arte es re difícil de coincidir, que lo que me guste a mí le guste al otro. Y me temo que hoy al menor chispazo, la gente deja a esa pareja y se va a trabajar con otro. Y sin decirle a nadie “bancátela” o no, creo que sí que hay que saber que para construir una pareja hay que poder pasar por esas diferencias.

Mi impresión es, sin la experiencia de formar una pareja de baile aunque sí la de intentar llegar al “máximo” de una expresión, que sin ese esfuerzo uno se pierde alcanzar una especie de “destilado” de su arte. Una especie de arte “depurado” de lo que no realiza el deseo que lo impulsa.

F: Totalmente, y por eso, repito: “Me da pena” ver pulular a bailarines entre bailarinas. Ahora, como dijo Estefy, no soy juez de nadie, ni le estoy pidiendo a nadie que se aguante a nadie, ni las ínfulas de nadie, ni el ego del otro. Para mí el compromiso consiste en poner las energías y las ganas necesarias para trabajar con el otro.

Flavia Mercier con Estefanía Gómez y Fernando Rodríguez después de asistir a su función en «Piazzolla Tango», tras la entrevista.

¿Qué perdieron en el camino? Si lo quieren contar.

F: Sí, miles de momento con mi papá, mi mamá, mi hermano, mi sobrino. No sé por qué está de moda ahora que cuando les pregunta a los famosos si se arrepienten de algo, contestan “no”. Y yo digo “¡la puta madre, qué vida tan perfecta!”. Yo sí me arrepiento enormemente de esos momentos perdidos, sobre todo con mi papá que ya no está conmigo, o con mi sobrino que ya no está conmigo

También está de moda decir “para ganar, uno tiene que perder”. Tal vez con la danza yo gané muchísimos buenos momentos, pero perdí tantísimos otros con mi familia. Sé que es una elección y no es que me arrepienta, pero si me duelen enormemente.

¿Y vos Estefy?

E: Siento parecido a lo que dijo Fer, pero siento también que son elecciones. Así que, la verdad, no siento que me arrepienta de nada.

F: Somos un poco mártires los artistas ¿viste? (risas)

Flavia Mercier con Fernando Rodríguez y Estefanía Gómez en «Piazzolla tango».

¿Quieren decir algo más para terminar? ¿Les quedó alguien por nombrar?

E: La verdad Fla es que yo siento que recién empiezo. Y cuando empecé a formarme simplemente fui a todas las clases que pude. Clase que había, clase que iba.

F: Mirá, salvo algunos nombres que en la charla se nos escaparon, yo al menos prefiero no nombrar a nadie, porque tampoco sé si esa persona quiere que la nombre y me da mucho miedo olvidarme de alguien. Lo que te puedo decir es que del maestro que más aprendí y que más admiro fue Roberto Herrera; y que mis primeros pasos me los enseñó Oscar Bacigaluppi.

Bueno, muchísimas gracias a ambos, ha sido un placer aprender de ustedes y con ustedes de su arte y su camino para realizarlo.

Tras toda una vida dedicada a la danza al haber dado los primeros pasos de baile casi al mismo tiempo que los primeros pasos en la vida, Fernando Rodríguez concluye que el único secreto para permanecer más de 20 años en la escena tanguera es trabajar. Junto a Estefanía Rodríguez platean el ensayo como forma de experimentación y exploración que les permite arribar a aquello que mejor expresa la música y su sentir artístico, y, en este sentido, también les permite descubrir su estilo de baile. Se desprende así la idea de que el estilo es una suerte de destilado. Impulsado por la potencia de un deseo se llegaría a las fronteras del propio mundo de posibilidades, que decantan en un estilo cual cadena de decisiones.

Estefanía añade que para hacer ese viaje eligen tomar la vía interpretativa. Se adentran así en los meandros del curso afectivo que dibuja la música sobre su bitácora de afectos, hasta que sobre la misma se perfila una escena. Por eso la coreografía se ve distinta según la pareja que la realiza, como explica Estefanía. Tal como dice, en la danza el movimiento expresa lo interpretativo, sin esa brújula estaríamos reduciéndola a una mera secuencia de movimientos por muy espectaculares que sean.

La danza – y el arte, en general- desprovista de aquello que jalona el alma del espectador, se reduce a pura exhibición, puro espectáculo. En el imperio del “me gusta” se torna imperioso ofrecer lo que puede agradar e, incluso, satisfacer. Pero el hechizo se produce cuando la obra de arte se engancha al alma de quien la contempla y lo invita a “de-morarse”. Porque ese “más allá” de lo evidente e inmediato que persigue el arte, suele atraparse en un después, en un silencio, cerrando los ojos, en tanto hace eco en la interioridad. Cuando la estética apunta al acontecimiento y no al impacto, el espectador puede quedar embelesado por efecto de la belleza que desprende la obra. Ahí está ese imán del que hablábamos con Fernando y Estefanía.

El problema es que la seña de identidad de la época -como bien señala Byung-Chul Han- es lo pulido, aquello que desliza fácilmente sin oponer ningún obstáculo ni reparo. Esto conlleva a una depreciación del obstáculo desestimando su función como lo que puede evitar el pasar de largo, sin afectarse, porque justamente la sobrevaloración de lo pulido persigue la no resistencia. Bajo la tiranía del “like”, el “objeto” de arte tiende a desprenderse de lo que puede hacer “objeción” como lo que puede ofrecer una resistencia y un punto de ruptura a “las modas”. A la vez, persigue producir efecto más que afecto. En definitiva, cuando el arte rinde vasallaje al dedo pulgar, la obra queda expuesta al riesgo de transformarse en un mero objeto de consumo. La encrucijada es cómo sostener una apuesta artística en este mundo que se rige por baremos que tan contrarios a la misma…

Flavia Mercier

Entrevista a Ricardo Astrada: “Yo cumplí sueños soñados y no soñados, y ahora voy a por el que me falta.”

Con 30 años en la danza y en el tango, Ricardo Astrada se consagró ayer como Campeón mundial de tango escenario junto a Contanza Vieyto. Este premio viene a sumarse a una gran trayectoria profesional que recibió su primera distinción bajo el cielo de Cosquín en el 2001 cuando se proclamó Campeón de tango y Revelación. Desde entonces, Ricardo fue parte y figura del elenco de grandes compañías como “Solo Tango El Show” o “Forever Tango”, o de grandes casas de tango como “Esquina Carlos Gardel”, “Café de los Angelitos”, “Rojo Tango” (Hotel Faena). Compartió escena con artistas de la talla de Juanjo Domínguez, María Graña, Rubén Juárez, o Virginia Luque. Tomó clases con Mingo Pugliese, el Pibe Avellaneda, Teté Rusconi y Firpo Y con toda esa trayectoria, Ricardo Astrada sigue buscando nuevos desafíos y respeta tanto a sus maestros y colegas que siente pudor al hablar de sus propios logros. Ricardo Astrada suda pasión por el tango, por la danza y por el escenario, y eso se siente en cada palabra que dijo en esta entrevista.

Ricardo Astrada con Constanza Vieyto, campeones mundiales de tango escenario 2022. Fotografía de Federico Paleo Ph.

¿Cómo empezó toda esta aventura con el tango?

Mi abuela me contó que cuando yo era bebé, ella me ponía unos discos de vinilo para calmarme: tango, folklore, pasodoble… “Así te dormías, hijo”, me decía. De verdad se puede decir que esto es “de cuna.”

También mi abuelo fue una gran influencia, él amaba el tango y el folclore. Amaba nuestra música. Me acuerdo que mientras se afeitaba, me silbaba “El llorón”. Él me enseñó a zapatear un poco. Con el tiempo, dejé el folclore porque sentía que me podía expresar mejor en una pareja de tango. Tampoco era muy bueno en folklore.

Todo lo mamé. Es de cuna y de sangre. En mi casa siempre se bailó y se cantó. Siempre hubo reuniones grandes, guitarreadas, baile, canto… Desde que tengo uso de razón me gusta cantar -lo hago por hobby-, pero lo que más me apasiona es bailar.

¿Cuándo considerás que empezaste a tener una carrera?

El salto lo pegué cuando gané Cosquín y después me nombran revelación. No me lo esperaba, había muy buenas parejas. Cuando llegué, lo primero que hice fue ir a la iglesia que estaba enfrente de la plaza Próspero Molina, me arrodillé y dije: “Necesito que me des una mano, necesito ganar, necesito salir adelante.” Yo iba sin un mango, para viajar habíamos vendido rifas, pastafloras… ¡de todo! Todavía me acuerdo cuando anunciaron la pareja ganadora y todos los folcloristas amigos se me tiraron encima. Fue una alegría enorme, nunca me podía haber imaginado algo así.

Bailar en Cosquín es algo único, están todos los duendes arriba del escenario. Es el día de hoy que cuando hablo de eso me emociono. Me tocó salir a bailar después de que cantara Jairo. Un silencio total. Y cuando terminé de bailar me sentí como cuando salen los equipos de fútbol a la cancha. Una explosión en el público que me levantó de una forma que no te puedo explicar. Me acuerdo todavía de ese público que no he vuelto a encontrar en ninguna otra parte del mundo. Fue grandioso. Después de ganar, me fui, no me quedé a esperar los otros premios, pero, antes de irme, todos los ganadores bailábamos en la Plaza de las Carretas. Bailé el tema con el que había ganado, la milonga “Orillera”; y la gente, no sé qué pasaba, estaba enloquecida con nosotros y pedía ¡otra, otra, otra!. Entonces se me acerca por detrás un hombre en silla de ruedas y me dice en el oído: “Pibe, vos vas a ser revelación de Cosquín.” Y yo le digo: “No maestro, no lo creo” (con tono de incredulidad).  Y me dice: “Yo conozco Cosquín, me crié acá dentro.” Esa persona era Tonio Rearte. No convencido de eso, me volví a Pergamino, y en pocas horas me llaman que teníamos que ir a Cultura (Secretaría de…) a recoger el diploma de “Revelación”. Ahí empezó la magia.

Fotografía de Federico Paleo Ph.

¿Y después? ¿Cómo llegás a Buenos Aires?

Mi primer show, de verdad, en serio, fue un espectáculo que se llamaba “Pasiones Argentinas”. De Pergamino directo a calle Corrientes, al “Lola Membrives”. Aunque quien me descubrió, fue Dolores De Amo, en la “Esquina Carlos Gardel. Esa Esquina, única. Ahí, sí que entré por la puerta grande, al poco tiempo me ofrecen ser parte de “Solo Tango (El Show)”, y en seguida nos vamos de gira. La verdad es que se extraña una casa de tango como esa, buenos bailarines, excelentes músicos y cantantes, el mejor vestuario. Se extraña mucho a los compañeros, aprendí de todos ellos. El Negro Copello, Jesús Velázquez, Romina Levin, Silvana Allievi, Julio Altez, Carolina García, “Chimichurri” (Jorge Pahl), Daniel Juárez con Alejandra Armenti, César Coelho con Gabriela Amalfitani, “Panchito” Martínez Pey, Verónica Gardella, Marcelo Bernadaz, Roberto Minondi, Roxana Fontán, Inés y Mauricio Celis, Silvina Pino, Sergio Cortazzo,  Néstor Basurto, Soledad Rivero y los Ortega, Sandra y Gabriel. Aunque con algunos de ellos compartí poco tiempo en la “Esquina”, los admiro a cada uno. 

Todos me enseñaron mucho. Me acuerdo que al salir me iba con Jesús Velázquez a tomar una latita de cerveza en un kiosquito -cuando el Abasto no era como es ahora-, y él me decía: “andá por acá, andá por allá”. O cuando estrené en “Solo Tango”, estaba re nervioso y viene el Negro Copello y por atrás me da una palmada y me dice: “Ahora andá y pelá todo lo que sabés”. Después en “Rojo Tango” (Hotel Faena), y en el “Café de los Angelitos” me encontré con muchos de ellos y otros artistas fabulosos también que, con una sana competencia, me obligaron a ponerme las pilas, a crecer, y a trabajar, a trabajar, a trabajar…

«¿Sabés las veces que no comí y me fui a tomar una clase? ¡En esa época estábamos flacos porque pasábamos hambre! (risas).» «…Cuando llegué a Buenos Aires no conocía a nadie y no tenía dónde vivir (…) viajaba mucho a Pergamino porque no me acostumbraba a la ciudad. Mi casa fue siempre una mesa larga donde los sábados se amasa, se hace comida casera. Y yo me veía solo, comiendo solo. Me faltaba la terapia que hacía con mi mamá. Mi vieja siempre fue mi amiga, mi psicóloga, mi todo. Pero un día, aunque parezca loco, me paré delante del Obelisco, y mirándolo dije: “Vos sos más grande que yo, pero vos no vas a poder conmigo, yo te voy a conquistar.”

¿Cuál fue el motor de tu carrera? ¿Qué te impulsó a cambiar de show?

Las ganas de seguir creciendo. Encontrar bailarines que, en una competencia sana, me aportaban y me obligaban a seguir aprendiendo. Esa gente me hizo dar cuenta -perdón por decirlo así- que “yo estaba para más”.

¿Por qué perdón?

Por respeto, yo tengo mucho respeto por todo y hacia mis colegas. No soy un tipo creído ni me meto a criticar a nadie, todo lo vuelco en el escenario.

Por eso a mí me gustan los directores que te exprimen. Por ejemplo, Luis Bravo que hizo crecer a muchos bailarines que no tenían experiencia previa. ¿Sabés por qué? Porque te hace esto (gira la mano como ajustando o exprimiendo): le da rosca, le da rosca, le da rosca, … y saca lo mejor de vos. También Silvia y Guillermo (Grynt y Salvat), aunque con un estilo distinto, preguntándome, “Richard ¿te animás a hacer esto?” De alguna manera ellos elevaron mi baile, me hicieron descubrir cosas nuevas.

Ricardo Astrada con Karina Piazza.

¿El motor es, entonces, el desafío?

¡Sí!, me encantan los desafíos. Una vez en “Tango a tierra”, Guillermo (Salvat) nos pone a todos los varones en el escenario y se para delante con una escoba, medio en plan de joda. Estábamos con Ramiro Izurieta y Leandro Gómez, y dice: “A ver, ¿quién se anima a hacer un baile con una escoba? Un paso al frente”. Y yo me mandé. Después me puse a pensar ¿Qué voy a hacer con una escoba? Empecé a jugar, lo busqué por un lado, por otro, él me iba haciendo sugerencias. ¿Sabés dónde finalmente estrené el baile con la escoba? En el Canecão de Brasil (Río de Janeiro). Es como el Luna Park. Estaba hasta las manos, un silencio…, y cuando terminé de bailar, se vino abajo. Me acuerdo de Guillermo Salvat y Roberto Minondi abrazándome que no lo podían creer. ¡Yo tampoco lo podía creer! Esos desafíos me gustan.

Otro ejemplo. Cuando estaba bailando con mi compañera Silvina Pino en “Solo Tango” (El show) y nos vinieron a buscar Sandra y Gabriel Ortega para ir al Faena, donde estaban como directores de “Rojo Tango”. Ellos buscaban una pareja rotativa, para los francos y demás. ¡Era dejar “Solo Tango” para ser una pareja rotativa! Y bueno, nos fuimos, y terminamos quedando titulares y ya pasaron 16 años que estoy trabajando con ellos. Incluso ellos con Antonio también me llevaron al “Café de los Angelitos”. 

Sinceramente, nunca me acomodé. Me animé siempre a hacer montones de cosas, porque siempre fui muy curioso. Bailé folclore, árabe, danzas caribeñas, forró, danza con cuchillos, … Todo eso lo voy a volcar ahora en los nuevos shows.

Contame un poco de los nuevos shows.

Cuando llegó la pandemia me agarró armando “Evergreen Tango”. Es un show que tengo hace tiempo, con mi amiga y representante, Sandra Lomanto. Se llama Evergreen porque para mí el tango siempre está verde, la música siempre se está renovando, siempre hay nuevos talentos, los pibes siempre están inventando y fusionando cosas. Son cuadros inconexos, aunque de alguna manera conectados entre sí. Hay un cuadro de folclore inspirado en mi familia, en mi casa. Serán unas 22 personas en escena. Tendrá música original del maestro Villarejo y de Rubén Jurado.

Y el otro proyecto es “Alto Tango. Va a ser un show en un formato más reducido -10 personas en escena-, para que se pueda presentar no sólo en teatros sino también en la milonga. Pocos, pero buenos, como decía Virulazo. Está el maestro Simón en el piano, folclorista y pianista de “Forever Tango”. Con el chelo el maestro Villarejo que fue el chelista de Osvaldo Pugliese, y es arreglador, compositor y director. El maestro Leopoldo Deza en la flauta traversa, saxofón y teclado; Nicolás Zacarías, contrabajista; Marco Fernández en el bandoneón; y Rubén Jurado como director. Ellos serán también la orquesta de “Evergreen Tango”. En la voz Valeria Tomasini y mi hermano, Javier Astrada, cantor de tango y folclore con experiencia desde los 5 años. Y finalmente, mi compañera, Karina Piazza, una de las mejores bailarinas de todos los tiempos, una intérprete increíble de nuestra música, ¡Si es capaz de bailar conmigo, baila con cualquiera! (risas). Un privilegio bailar con ella. La idea es hacer música para la milonga. Vamos a hacer mucho Troilo, Di Sarli, Pugliese. Tangos más románticos. Y también folclore, chacareras y zambas, para que baile la gente.

«Yo extraño escuchar también a un Rubén Juárez -con quien tuve la suerte de trabajar un tiempo- solo en el escenario con su bandoneón. O a Marconi con el Polaco Goyeneche solos, los dos. O a Luis Cadei. Ya no se ven esas actuaciones en los shows. Está bien la fiesta, pero pará un poco. Cántame también algo que me llegue al corazón, que me erice la piel. Falta ese resonar del tango.»

Pareciera un volver a lo esencial, despejado de excesos, captando la mirada del espectador en los detalles, esos que son esenciales. Parece un “parar la pelota”.

Sí, tal cual. Los tiempos cambian, aparecen modas. Hoy, acá (Buenos Aires) está de moda un tipo de show que rompe con lo tradicional. Lo respeto, me gustan esos shows también -cuando están bien hechos-; pero yo quiero volver a un tango tradicional, con una pareja tradicional, bien milonguero, de pista, ese tango que ya no se ve tanto.

Quizás el desafío ahora es volver a lo tradicional.

Quizás. Vengo a ofrecer algo diferente a lo que se ve. Va a haber baile, por supuesto, aunque no como en esos shows que sólo se ve baile, baile y baile. Yo extraño escuchar también a un Rubén Juárez -con quien tuve la suerte de trabajar un tiempo- solo en el escenario con su bandoneón. O a Marconi con el Polaco Goyeneche solos, los dos. O a Luis Cadei. Ya no se ven esas actuaciones en los shows. Está bien la fiesta, pero pará un poco. Cántame también algo que me llegue al corazón, que me erice la piel. Falta ese resonar del tango.

¿Cómo ves el tango escenario hoy?

Hay que estudiar más. Hay que escuchar más música. Todos. Los que bailan, los músicos. No digo que vengan a hacer clases conmigo, pero hay gente con mucha experiencia. Los pibes ahora sólo toman clases con unos bailarines que están de moda. Y arranca el mundial y los ves parados en el medio del escenario -y el escenario tiene unos cuantos metros, ¿viste?-; y “pa, pa, pa, pa” (haciendo gestos bruscos y rápidos con los brazos), todos iguales, siguiendo a esos bailarines de moda.

A veces vienen y te preguntan “¿me enseñas cómo hacer una sentada?”, “¿me enseñás cómo hacer un…lo que sea?” ¡¿Qué querés hacer si todavía no aprendiste a caminar?! ¡Aprendé a caminar bien, primero!

¿Y la música? se pueden hacer tantas cosas en función de la música. No hay un encuentro, no hay un desarrollo musical, van tan a mil que se les pincha el final. Podés pensar la “coreo” desde un personaje para que la “coreo” sea un poco más real… Por ejemplo, la de Estefanía Gómez y Fernando Rodríguez cuando salieron campeones se las “re” creí. Apenas se presentaron, del primer día al último día, dije: “Ya está, gana esta gente”. Otro ejemplo: Emmanuel y Yanina (Casal y Musyka), los últimos campeones de tango escenario. Tenemos estilos y formas de pensar distintos, pero está tan bien logrado, tan bien ensayado y ajustado, que es merecido el campeonato. Los chicos hicieron una apuesta, te puedo gustar más o menos, pero eso es el tango escenario, con lo cual es merecido. O (Hugo) Mastrolorenzo y Agustina (Vignou). Una vez le pregunté ¿Por qué el globo? Y me explicó toda una historia que tiene que ver con su propia historia. No importa la historia que me contó, lo que importa es que le crees lo que está haciendo. Eso es tango escenario.

Ricardo Astrada con Victoria Galoto.

«Hay que estudiar más. Hay que escuchar más música. Todos. Los que bailan, los músicos. No digo que vengan a hacer clases conmigo, pero hay gente con mucha experiencia. Los pibes ahora sólo toman clases con unos bailarines que están de moda. Y arranca el mundial y los ves parados en el medio del escenario -y el escenario tiene unos cuantos metros, ¿viste?-; y “pa, pa, pa, pa” (haciendo gestos bruscos y rápidos con los brazos), todos iguales, siguiendo a esos bailarines de moda. A veces vienen y te preguntan “¿me enseñas cómo hacer una sentada?”, “¿me enseñás cómo hacer un…lo que sea?” ¡¿Qué querés hacer si todavía no aprendiste a caminar?! ¡Aprendé a caminar bien, primero! ¿Y la música? se pueden hacer tantas cosas en función de la música. No hay un encuentro, no hay un desarrollo musical, van tan a mil que se les pincha el final. Podés pensar la “coreo” desde un personaje para que la “coreo” sea un poco más real…»

¿Y vos, que ibas a buscar de un profesor? ¿O qué seguís yendo a buscar?

La esencia. La esencia del tango, sea en la pista, sea en el escenario. Porque al tango yo lo tomo prestado para ir al escenario. Por eso lo respeto. Por ejemplo: ¿Cuánto hace que no ves a una pareja de baile que haga un lápiz o un enrosque? Ya no se hacen enrosques. Hay un montón de cosas que ya no se hacen. Son todos ochos cortados, patadas en la nuca, en la oreja, gancho, … si les gusta a los que lo hacen, está bien. A mí no me gusta. Para mí, si respetás el tango, lo primero que hay que aprender es su raíz, de qué se trata, qué es.

¿Quiénes fueron tus maestros?

Mis primeros maestros fueron Daniel Idroggino y Oscar Bacigalupi. Adrián Aragón y Erica Boglio me dieron una buena base. También tomé muchas clases con los viejos milongueros. Quiero destacar a Mingo Pugliese. Esos milongueros de antes tenían otra forma de enseñar y explicar. Mingo Pugliese te hacía hacer lo mismo con la derecha que con la izquierda, una sacada para un lado y después para el otro. Eso ya no se ve, porque ya no se enseña. También tomé algunas clases con el Pibe Avellaneda, Teté (Rusconi), Adán Peralta y Firpo. Tuve la suerte de tomar alguna clase con Osvaldo y con Miguel Zotto. Con Sandra Bootz y Gabriel Ortega, que hoy son mis amigos y directores de las casas de tango donde trabajo, también fueron mis maestros en mis comienzos. Julio Altez y Carolina García me ayudaron mucho también. Riky Barrios. Ellos fueron mi modelo. El Chimi (Jorge Pahl), cómo se para en el escenario, esa fuerza, esa polenta.

Ricardo Astrada con Constanza Vieyto. Fotografía de Federico Paleo Ph.

¿Y cuál sería esa raíz, esa esencia?

Lo primero es aprender lo básico, porque de lo básico viene todo lo demás. Como para toda disciplina, primero hay una base. Hay que aprender a caminarlo. También, según mi forma y mi estudio, la cadera bien paralela al piso, un baile más lineal. Todo eso te permite que se vea más elegante. Después si vos hacés cositas con los pies, está bien. Chuchería, verdura. Todo bien, pero primero la base.

¿Se puede decir que al tango le está faltando “potrero”?

Sí, sí (con énfasis). El tango, para mí, es barro. Y tiene mucho rock and roll también. No es solamente pasos, no es un duelo de piernas, a ver quién mete más ganchos. Hay que tomar clases con gente que tiene experiencia, que te expliquen el sentido de cada movimiento y por qué. Gente que sabe cuáles son los puntos fuertes del escenario, cuáles son los puntos débiles. Me da bronca. Me pregunto por qué la gente no toma clases. Si te gusta bailar tango, ¡hacelo bien!

Te pueden responder: “porque la cosa está muy mal, no hay plata para clases”.

Siempre hay opciones. Por ejemplo, en Tigre estoy dando clases gratis, contratado por el municipio. En Capital hay también. O clases grupales muy baratas. Siempre hay opciones. Yo no comía a veces ¿Sabés las veces que no comí y me fui a tomar una clase? ¡En esa época estábamos flacos porque pasábamos hambre! (risas). Pero yo quería superarme. Mi familia me daba todo su apoyo y amor incondicional, pero no era una familia adinerada que me pudiera bancar, era una familia trabajadora, numerosa. A los 13 años yo ya vendía diarios en la calle. Comprarme un par de zapatos de tango de charol, era muy duro. Cuando llegué a Buenos Aires no conocía a nadie y no tenía dónde vivir. Gracias a Sandra Bootz y Gabriel Ortega encontré un hostal, pero viajaba mucho a Pergamino porque no me acostumbraba a la ciudad. Mi casa fue siempre una mesa larga donde los sábados se amasa, se hace comida casera. Y yo me veía solo, comiendo solo. Me faltaba la terapia que hacía con mi mamá. Mi vieja siempre fue mi amiga, mi psicóloga, mi todo. Pero un día, aunque parezca loco, me paré delante del Obelisco, y mirándolo dije: “Vos sos más grande que yo, pero vos no vas a poder conmigo, yo te voy a conquistar.”

Fotografía de Federico Paleo Ph.

«….al tango yo lo tomo prestado para ir al escenario. Por eso lo respeto (…) Para mí, si respetás el tango, lo primero que hay que aprender es su raíz, de qué se trata, qué es.»

Y después de tantos sacrificios, viene la pandemia ¿Cómo lo pasaste?

Dentro de todo bien, porque pude dar algunas clases y charlas por videoconferencias, Pero no fue fácil para el artista bajarse del escenario y encontrarse con que de repente no hay más nada. Es nuestra forma de vida, nuestra forma de conectar con el mundo. Fue bastante duro. Mucha amargura. Tantos años uno trabajando y ahora no saber cómo volver a empezar. Tuve días terribles, días pésimos, días que lloré muchísimo, lo solté todo. Tenía que soltar. La vida me había llevado a endurecerme mucho para sobrevivir y para poder pasar esto bien, tuve que soltar todo. De verdad que la tuve que pelear toda, pero siempre luché por mis sueños, siempre fui para adelante porque sabía dónde quería llegar, porque sabía lo que quería. Y la sigo peleando, porque quiero cumplir sueños todavía. Yo cumplí sueños soñados y sueños no soñados, y ahora voy a por el que me falta.

¿Sueños no soñados? ¿Por ejemplo?

Varios de los espectáculos de los que me llamaron nunca imaginé que me iban a llamar. “Tango Metrópolis, por ejemplo. Que Luis (Bravo) me llamara durante varias temporadas y que me haya dado el papel principal. Estar en calle Corrientes cinco meses con Andrea Ghidone. Nunca me imaginé que iba a recorrer el mundo bailando.

Fotografía de Federico Paleo Ph.

«De verdad que la tuve que pelear toda, pero siempre luché por mis sueños, siempre fui para adelante porque sabía dónde quería llegar, porque sabía lo que quería. Y la sigo peleando, porque quiero cumplir sueños todavía. Yo cumplí sueños soñados y sueños no soñados, y ahora voy a por el que me falta.»

¿Soñabas cuando eras pibe que ibas a vivir de la danza?

Siempre. Siempre creí que todo era posible. Siempre creí que podía llegar a hacer buenas cosas y a cumplir mis sueños. Sueños soñados y sueños no soñados también, como te dije. Hubieron muchas cosas que me sorprendieron desde aquel momento en que yo me asomé por primera vez a una aula de baile y sentí cierta vergüenza cuando me dijeron: “pasá, sentate”. Como un hormigueo en mi estómago. Me acuerdo que el maestro me dijo: “¿Te animás?” y yo dije que sí, sin dudarlo. Y me preguntó: “¿Cómo te resulta?” “Fácil”, dije, y no me resultaba “tan” fácil. Pero bueno, así fui siempre.

Y qué otras imágenes de tu carrera vienen ahora a tu memoria.

Tengo imágenes muy fuertes. Cosquín, que ya te la conté. Rubén Juárez. Cuando gané Cosquín me invitaron a bailar con él tocando. ¡Imaginate! Eso fue un golazo de media cancha. Y después, trabajando con él, escucharlo cantar Malena. Nunca más escuché a nadie cantar así Malena. Otra fue cuando tuve la suerte y el honor de conocer al creador de “Orillera”, la milonga con la que gané Cosquín y que se convirtió casi en una cábala para mí. Oscar Bassil. Estuve una temporada larga trabajando con él. Una temporada que vi mi nombre en el cartel junto al del Negro Copello y María Graña. No lo podía creer, le sacaba fotos al cartel y se lo mandaba a mi vieja.“Subirla” muchas noches a Virginia Luque al escenario del “Viejo Almacén”. Ahí aprendí lo que era la interpretación. Ella llegaba, yo la acompañaba al subir, ella buscaba una copa de champán que tenía arriba del escenario, la tomaba, miraba al público, respiraba un silencio, y comenzaba a recitar bajito: “Para ahogar hondas penas que tengo…”.  Y en el piano sonaban dos notas. Y cuando terminaba el recitado y se abría la orquesta…todavía se me pone la piel de gallina. Todo eso, ya no se ve más.

Flavia Mercier entrevistando a Ricardo Astrada.
Ricardo Astrada y Flavia Mercier durante la entrevista.

Entonces, las escenas inconexas de tu show, Evergreen Tango, ¿Son las postales de tu vida? ¿Las “capturas de pantalla” grabadas en tu memoria de esos momentos mágicos? ¿Sensaciones que dejaron marca en el cuerpo?

Sí, puede ser, porque de todo eso aprendí y todo eso es lo que quiero volcar en mi espectáculo. Siempre quiero dejarle algo al público, algo de mí. No me gusta que me digan: “¡Oh, qué pedazo de bailarín!”. Quiero que les guste lo que a mí me gusta, lo que les estoy brindando. No quiero reconocimientos. Yo quiero que la gente sienta eso mismo que yo siento, cuando escucho un tema interpretado por el Negro Juárez, o por el Polaco, o por Luis Cadei. Esos tipos traspasan, como se dice, la pantalla. Más allá de la voz, porque no es cuestión de cantar solamente, es cuestión de interpretar. Intérpretes quedan muy pocos.

Gracias Ricardo por compartirnos todas esas postales en esta entrevista.

¿Cómo se cumplen sueños “no soñados”? ¿Cómo algo que uno encuentra por azar se convierte en un sueño? Probablemente cuando previamente están las condiciones para hacerle lugar. Dice Ricardo Astrada que cumplió sueños soñados y no soñados, peleándola toda, pero siempre luchando por sus sueños, siempre avanzando, porque sabía lo que quería.

El artista tiene -a veces casi sin darse cuenta o sin dimensionar el trabajo que eso puede costar- un ajuste de su andar a su deseo. Es artista porque es lo que desea ser, lleva una vida de artista porque desea ser artista. Y cuando en las vueltas y recodos de la vida el azar presenta desvíos, bifurcaciones y encrucijadas, el deseo hace de brújula sobre qué es una oportunidad y que no. Y entonces lo azaroso se reconoce como hallazgo. Y así el artista va encontrando su camino

Otra instancia será la de la apuesta. ¿Con qué se está dispuesto a pagar para que el deseo tome cuerpo, para dejarse habitar por ese deseo? ¿Qué se está dispuesto a poner en juego para ganarse la vida como artista? ¿… para ganarse “una” vida? La apuesta implica una elección: esto sí, esto no, por aquí sí, por aquí no. No es la ilusión, no es creer ingenuamente dándose golpes, tropiezo, tras tropiezo. Es a lo que hay que decir que no para que haya un sí donde afirmarse. Es lo que se está dispuesto a arriesgar para seguir “haciendo camino”, como Ricardo Astrada cuando, tras 30 años de trayectoria, se la vuelve a jugar presentándose al Campeonato Mundial de Tango Escenario. Si hay algo para aprender de los artistas es cómo el vivir bajo la luz de un deseo, pagando el precio que éste vale, puede alumbrar una existencia que, a la vez que se va haciendo, construyendo, va rasguñando un más allá del sobrevivir cotidiano. Y la vida se transforma así en una puesta en obra que puede alojar sueños, incluso no soñados, porque no se sabe hasta donde puede desplegarse el deseo mientras se mantenga vivo, sin traicionarlo, o traicionarse.

Finalmente, como dice Ricardo, el tango siempre está vivo. El arte siempre está vivo, en tanto la obra trasciende a la persona del artista, por eso hablamos de los artistas que ya no están en tiempo presente. Su legado sigue vivo y los inmortaliza.

Flavia Mercier