Coco Gabriel llega a la pintura con una larga trayectoria en el mundo de la moda, primero como modelo, luego como empresario. Su pintura, enmarcada dentro del expresionismo abstracto, se embebe así de texturas y, en un principio, era una explosión de color. Hoy, más minimalista pero aún matérica, su pintura refleja la búsqueda de la simplicidad. Dedicado también a la expresión escrita desde joven, Coco Gabriel viene de presentar, hace unos meses atrás, un libro de aforismos y pintura, poniendo así en danza dos de sus grandes pasiones. Pasiones que pueden multiplicarse en cualquier momento, porque si algo caracteriza a Coco es la búsqueda constante de nuevas sensaciones y experiencias.

¿Cuándo empezaste a pintar y por qué?

Empecé a pintar seriamente hace unos 15 años. Se podría decir que entonces comencé a experimentar. Mis muchos años en el mundo de la moda hicieron que al principio mi trabajo fuera una explosión de color, trasladando al lienzo materias y pintura buscando la armonía cromática. Pero hoy, mirado con un poco de distancia, veo que era a mí a quién buscaba dentro del mundo del arte.
¿Buscabas tu forma de pintar o tu forma de ser?
Ambas. En mi pintura también está mi forma de ser. Las inquietudes son lo que te hacen ser. Me considero una persona creativa, pensante. Mi vida ha sido estar constantemente experimentando, siempre en la búsqueda de nuevos caminos, nuevas aventuras, nuevas ilusiones. Mi carácter es así. Empecé a escribir muy joven y disfrutaba trasmitiendo mis sensaciones, y un día encontré el gusto de trasmitirlo con la pintura.
¿Cómo se enlazan tu escritura y tu pintura? ¿Qué conexión tienen?
Se enlazan a través de los aforismos. Amo los aforismos. Alguna vez escribí uno sobre algún cuadro, fue un concepto fugaz, uno de mis tantos acercamientos a la experimentación.
Suelo coquetear con los aforismos, que yo llamo “frases de la vida“. Estos dieron vía libre al libro “Coco sin permiso”, en el cual he ido recogiendo frases de muchas lecturas que he hecho a lo largo de mi vida, frases de grandes mentes, de diferentes culturas; y a estas les he ido agregando mis vivencias, mis pensamientos y mis propias frases. Algunas salieron de conversaciones, diálogos o acontecimientos; y un día sacándolos de contexto -o en contexto-, comencé a seleccionarlas y pulirlas. Después surgió la idea de unirlas a mi pintura para trasmitir también mi otra gran pasión, y esta unión no hace más que sintetizar un gran trayecto de mi vida.
¿Por qué “Coco sin Permiso”?
Es un nombre que refleja mi rebeldía, una actitud que busca escapar de códigos ya estipulados.

¿Al cuadro lo encontrás experimentando con colores y texturas, o ya sabés qué vas a pintar estando aún el lienzo en blanco?
Hace algunos años atrás lo encontraba, hoy ya sé qué voy a pintar. Antes iba trabajando formas y de repente alguna te podía hacer cambiar la primera idea. Era un mundo espontáneo de color y muy, muy, matérico. Yo trabajaba en una empresa multinacional de la moda en la que esa explosión de color era el motor de la creación. Supongo que, de algún modo, me sentía contagiado por esa vertiente de color y la trasladaba a mis cuadros.

Hoy no es así. Antes de pintar un cuadro yo ya sé qué quiero hacer, por donde quiero ir. Empiezo a imaginármelo antes, lo voy bocetando en mi mente. No voy lanzando movimientos con la pintura para ver que aparece, voy trazando conceptos, deliberadamente busco el encuentro entre mis propósitos y lo plasmado en el bastidor. Por otro lado, estoy en un proceso más minimalista, se podría decir, más limpio, más conceptual. Sin dejar de ser matérico, voy en la búsqueda de la simplicidad. En estos momentos sería muy difícil que volviera a aquella explosión de color. Hoy ya no me identifico con eso.
¿Qué quiere decir que ya sabes lo que querés hacer antes de empezar? ¿Tenés ya una imagen en la cabeza o una idea?
Tengo un concepto y trabajo el concepto. Por ejemplo, este cuadro que tenemos delante. Lo empecé ayer, ahora me está esperando, en reposo, y yo cuando paso cerca lo vigilo, lo miro, le voy buscando su camino, y cuando creo que lo tengo, vuelvo a unirme a él.

El destino final siempre es generar emoción. Yo no trabajo la figuración. Me suele pasar que algunas personas ven imágenes concretas en mis cuadros: “…aquí hay como un pájaro…”, “…aquí veo una cara…”, dicen. Yo busco mostrarte mi sensación y que eso haga que tú puedas ver lo que quieras ver. El expresionismo abstracto es eso: que tú veas lo que sientes. Intento generar una interconexión entre la obra y tú. Y que te agrade y que me agrade.
¿De dónde surge ese concepto?
Es un concepto que he incorporado en mi forma de pensar, en mi visión de las cosas, a partir de mis experiencias de vida. Es un concepto que está en mí y desde ahí fluye en mi pintura.

«El destino final siempre es generar emoción. (…) El expresionismo abstracto es eso: que tú veas lo que sientes. Intento generar una interconexión entre la obra y tú. Y que te agrade y que me agrade.»
¿Por qué tu última exposición se llama “Etiqueta Negra”?
En esta exposición todos los cuadros presentan rasgos del negro. Incluso el cuadro experimental que se llama “Off the record” -se llama así porque justamente es un cuadro fuera de registro-, y que presenté como opción de lo que puede seguir. Fíjate que tiene negro, pero también estaba experimentado con otras bases más indefinidas. Ese cuadro está marcando los pasos a seguir en mi ruta pictórica.
¿Por qué negro?
Se podría pensar que el negro en mis cuadros es una parte oscura, o de ellos, o de mí; pero no. El negro es un color que puede taparlo u oscurecer todo; pero si en una obra lo trabajas con un profundo cuidado, ese negro no tapa, no oscurece, sino que hace brillar el cuadro, le da una luz. Yo lo tomo como lo que le da brillo, profundidad y deja espacio para la imaginación en la obra de mi reciente exposición.

«…El negro es un color que puede taparlo u oscurecer todo; pero si en una obra lo trabajas con un profundo cuidado, ese negro no tapa, no oscurece, sino que hace brillar el cuadro, le da una luz. Yo lo tomo como lo que le da brillo, profundidad y deja espacio para la imaginación…»
¿Qué cambia entre los cuadros de “Etiqueta Negra” y “Off the record”? ¿O con los anteriores? ¿Es un cambio de estilo?
Dicen que toda evolución humana empieza con una decisión nueva. Con ese cuadro yo me dije “quiero suavizarme”. Suavicé dentro de la misma línea cromática que venía trabajando anteriormente. Soy un hombre que trabaja mucho el negro, el rojo y el blanco. Son un denominador común en mis cuadros. Hubo un tiempo del rojo que expresaba pasión, furia, sensación; y ahora en “Etiqueta Negra” trabajé el negro que, como te dije, para mí es la luz, el brillo.
Todo parte de estados de ánimos. Ahora me encuentro en un buen momento personal, de encuentro conmigo mismo, y eso lo traslado a la pintura. Y cuando me encuentro con esa suavidad en “Off the record” y me digo “¿por qué no seguir por ahí?”.

Mi estilo con respecto a 6 o 7 años atrás, va cambiando, va evolucionando, a medida que cambian las emociones que busco, siempre intentando encontrar nuevas emociones que nos generen energía.
¿Es entonces la suavidad un concepto que te ha venido con los años o algo que estás buscando aprender? ¿O “aprehender”, “atrapar” quizás podríamos decir?
Yo diría que es un concepto que estoy buscando aprender. Los años te suelen dar reposo, el ser más pensante, más analítico. Coincide en que justamente en este momento personal mío, lucho por ser menos contestatario. Voy al encuentro de la suavidad y lo intento también reflejar en mi pintura.

¿Cómo describirías la experiencia de pintar?
Suelo trabajar escuchando música en mis auriculares. Tango, jazz o clásica, elijo qué tipo de música necesito en esos momentos. Esta me transporta, me da magia y mentalmente voy sabiendo por donde seguir.
Hay momentos en que hay rapidez en los movimientos y en la expresión con respecto a la pintura que voy volcando, son movimientos que yo llamo salvajes; y hay otros movimientos mucho más lentos, en los que voy como acariciando el lienzo.
Para mí pintar, es como hacer el amor con una mujer. Es un acto sin premeditación, uno no sabe de antemano cómo va a ser o suceder, las cosas fluyen. Frente al lienzo es lo mismo. Es un trabajo lento en el que voy observando y trato de nunca acelerarme, buscando el encuentro entre lo que yo le quiero dar y lo que el lienzo recibirá. De alguna manera siento que la tela me está esperando, y hay momentos en que mis movimientos se vuelven dulces, amables, otros son salvajes, con fuerza, con pasión. Y poco a poco se van viendo los procesos que uno va reflejando en la obra.

Una vez terminado, muchas veces acaricio ese cuadro, viendo cómo ha recibido esa pintura. Y, entonces, hay un momento en el que ambos nos damos cuenta que hemos terminado. Primero porque siento emoción, y segundo porque el cuadro está diciendo que no necesita recibir nada más.
Como suelo decir: “Es tan importante saber cuándo tienes que venir, como cuándo tienes que irte”. Y no creas que siempre supe irme frente a un cuadro en el momento adecuado. Como digo en otra frase de mi libro: “Lo malo de la experiencia es que siempre aparece después de equivocarse”.

“Es tan importante saber cuándo tienes que venir, como cuándo tienes que irte”.
“Lo malo de la experiencia es que siempre aparece después de equivocarse”.
Contame alguna vez que no te hayas sabido ir a tiempo.
Recuerdo que estaba pintando un cuadro, y el cuadro estaba bien. A la gente que pasaba por el atelier le gustaba. Y vine un día y lo embarduné totalmente de negro, mal (con voz grave). Ahí sí era una oscuridad, pero era una oscuridad mía.
¿Por qué tuya? ¿Acaso el cuadro no es un espejo de lo que pasa en tu interioridad?
Pintar es una actitud. Y como toda actitud, hay que querer tenerla. Yo podría ir ahora a tomar un café contigo sin tener ganas de tomar café, pero no puedo ir a pintar sin tener ganas de pintar. Para mí cuando algo así ocurre, que uno destroza algo, es porque ese día no había que pintar. Había que irse. Había que dejarlo, estacionar ese trabajo y después mirarlo con otra objetividad.
Fue un rapto, algo te “tomó a vos” y se proyectó en el cuadro. Pero, ¿no es el autor uno con su obra?
Supongamos que sí. Si ese día estoy mal con Coco ¿Maltrato a Coco? Ya sea con lo que me digo o con cosas de la vida. ¡No!
“A veces se gana y a veces se aprende”.

¿Quién es Coco Gabriel?
Un hombre inquieto, con hambre de nuevos conocimientos, un viajero y aventurero que salió de Rosario, Argentina, y llegó a Barcelona hace muchos años, a la aventura, en busca de conocer. Mi vida ha sido siempre estar experimentado la búsqueda creativa de nuevos caminos. Viajé por Europa. Trabajé como modelo y también de camarero. Luego monté mi propia empresa de moda. Tuve fábrica, tiendas, crecí mucho. Luego me incorporé a una multinacional del mundo de la moda, lo que me ayudó a seguir creciendo, y donde enseñé y me enseñaron.
En fin, digamos que jamás me ha gustado ir en línea recta. Ya sólo para venir de mi casa al estudio, casi cada día cambio de camino.
Me defino más como un creativo que como un artista. Soy una persona que crea.
Un tipo simple, que le gusta la conversación, sociable y creo que divertido. Amigo de mis amigos, disfruto mucho más dando que recibiendo.
“Siempre elijo creer que las cosas son posibles”.
¿En tu caso, ser creativo fue una forma de expresar tu rebeldía?
No sé cuándo nace mi rebeldía, sí sé que siempre fui inquieto en la búsqueda de cosas creativas. Por otro lado, soy hiper independiente. Lo peor que me puede pasar es que me digan qué tengo que hacer. Yo soy de los que hace. Me gusta hacer sin necesidad de que nadie me diga qué o cómo. De hecho, trato de no mirar la obra de otros artistas para no sentirme influenciado. Por ejemplo: hace muchos años una persona que también pinta me sugirió que aprendiera a dibujar mejor. Y yo lo pensé y vi que podía estereotiparme, “contaminarme” en cómo “deben” (con énfasis) ser las cosas. Y lo que me gusta de lo que hago es justamente que no comulgo con la estructura típica y tópica. Yo me escapo de eso, mezcla de mi carácter rebelde. Me gusta ser transgresor. Te expliqué que ahora estoy en otra etapa de mi pintura, pero nunca, nunca, pierdo la experimentación. Sigo siendo esa persona que vino hace tantos años solo “a ver qué pasaba”.

¿Nacemos todos creativos y el afuera mata nuestra expresividad?
La creatividad suele ser un viaje en el ser humano entre el corazón y la mente. En la cadena de viajes que hago entre el corazón y la mente voy creando y lo traslado, a veces a palabras, a veces con pintura a mis cuadros.
Todos somos creativos, todos tenemos creatividad, pero no todo el mundo encuentra su espacio para expresarla, como sí lo encuentra el pintor, el bailarín, el músico, o el escritor.

Implica también un atreverse. Como digo también en mi libro: “A veces se gana y a veces se aprende”. Por eso no me asusta el error y me atrevo. Quienes no se atreven se quedan pensando que no son creativos. Yo “siempre elijo creer que las cosas son posibles”. Este aforismo mío aparece al principio del libro porque define mi actitud en la vida.
Muchas gracias Coco, ha sido un gusto.
En su homenaje a Margarite Duras, Jacques Lacan retoma una frase de Freud con la que advierte que el psicoanalista no debe afanarse en hacerse el psicólogo allí donde el artista le aventaja desbrozándole el camino. Sería -continúa más adelante- entre una tontería y una grosería hacer una interpretación del autor a través de su obra, como en ocasiones se pretende banalmente. Sería un atrevimiento falto de ética. Lo digno de aprehender de la obra es cómo muestra, incluso sin que el artista sepa cómo lo hizo, guiado por sus intuiciones, sin analizar demasiado -como dice Coco Gabriel-, lo realmente verdadero.
En ocasiones, se produce una suerte de iluminación para el que se detiene frente a A veces se produce un momento de iluminación para quien se detiene frente a la obra y se ve arrobado por ese “punctum” al decir de Barthes, aquello que en el cuadro captura su mirada punzándole sin que pueda terminar de nombrarlo. Punto de consonancia de la mirada con la voz que lleva a cerrar los ojos, y entonces, con las resonancias que provoca lo mirado en la interioridad, se produce una imagen.
Tal experiencia me ocurrió en la exhibición frente a dos cuadros de Coco Gabriel: “Metáfora” y “Amanecer de una noche oscura”. Con el primero casi me topé, tal que mi primer contacto con este fue observando en detalle sus matices de texturas y oscuridad acertadamente provista de brillo, entre los que parecía emerger un foco luminoso. Al alejarme me sobrevino la idea de un sí mismo “(en)cubierto” por identificaciones. Volví a mirarlo, ya con la perspectiva de la distancia, y una “rostricidad” pareció asomar entre capas opacas.
Frente al “Amanecer de una noche oscura”, vi emerger dos “crea-turas” de un gran magma, que hicieron resonar en mí la prosa de Juan José Saer:
“… esa noche, mi soledad, ya grande, se volvió desmesurada, como si en ese pozo que se ahonda poco a poco, el fondo, brusco, hubiese cedido, dejándome caer en la negrura. Me acosté, desconsolado, en el suelo y me puse a llorar. …esa criatura que llora en un mundo desconocido asiste, sin saberlo, a su propio nacimiento. No se sabe nunca cuándo se nace: el parto es una simple convención. Muchos mueren sin haber nacido… Algunos, por nacimientos sucesivos, van pasando de vida en vida,…» (J.J. Saer – “El entenado”)
La negrura. Acertadamente Coco Gabriel nos dice que “trabajado con un profundo cuidado” el negro no es oscuridad, sino lo que da luz, brillo, y profundidad a su obra, dejando lugar para la imaginación. De igual manera, en el trayecto hacia lo realmente verdadero de sí mismo, es necesario hacer un paso por lo que quedó oculto para sí, excluido del sentido, y que sin embargo pulsa para ser oído empujando muchas veces a una repetición mortificante. Como se dice vulgarmente, a tropezar otra vez con la misma piedra. Ese paso por la sombra ha de ser con “profundo cuidado” también, no dejándose raptar por la negrura. Es necesario estar atento al peligro de la negrura que puede capturar quedando el sujeto arrojado a un pozo sin fondo y bajo un cono de sombra, sin ninguna luz con la que brillar, hasta verse como un objeto de desecho. Entonces se pueden producir “iluminaciones” sobre lo que no se entendía de sí, que llevan a decisiones éticas que permiten decir no a lo que hace mal. Retirarse para no arruinar toda la obra, como cuenta Coco que aprendió.
¿Cómo dirigirse entonces hacia lo verdaderamente real, con profundo cuidado?
Pollock, uno de los máximos representantes del expresionismo abstracto, siguiendo a los surrealistas, decía no ser consciente de lo que hacía frente al cuadro, que el cuadro tenía vida propia y el sólo intentaba hacerlo emerger. Heidegger definía la obra de arte como un “des-ocultamiento” o “a-letheia”. La función del artista se trataría por tanto de una puesta en obra de una verdad, la generación de un campo en el que algo de lo excluido, u ocultado, y que pulsa por ser oído, pueda emerger.
Coco Gabriel afirma que él no busca representar nada, sino que, desde el expresionismo abstracto, su obra tiene por fin producir emoción y que con ella cada uno vea lo que siente. Nos cuenta que para hacerlo, él navega entre lo que pausadamente observa que el cuadro puede recibir y lo que él desea trasmitir, sin perder nunca la experimentación y, por tanto, la posibilidad de enriquecerse con lo que encuentra a modo de hallazgo. De igual manera, el mapa de un trayecto vital se alumbra con el deseo que da forma a una existencia, y se ajusta con lo que se encuentra con el límite de lo que esa existencia puede realmente albergar.
Flavia Mercier
Psicoanalista