Pundonor. Texto: Andrea Garrote. Codirección: Andrea Garrote y Rafael Spregelburd.

La profesora Claudia Pérez Espinosa vuelve hoy a las aulas. Lo hace tras haber logrado un aprobado en su examen más difícil ante el gran Otro de las redes. Ese mismo que un tiempo atrás fue juez de su escarnio público, cuando se viralizaron las imágenes de un episodio por el que quedó expulsada de las aulas. Regresa de la mano de Michel Foucault, a quien tantas veces ha postulado desde su cátedra explicando la relación entre el saber y el poder, y cómo esta produce subjetividades que conducen al sometimiento cuando los sujetos se hacen objeto de ciertos discursos.

Según se entrevé en la trama, la profesora Claudia Pérez Espinosa padeció un olvido que la dejó en la mira de todos. El suceso podría pensarse como un “acto fallido”, en tanto lo que falló fue la realización de un deseo en acto. Que fuese justo ella que desde su cátedra promueve las ideas de Foucault quien haya sufrido ese “despite”, hace pensar que su propia docilidad ante tanta convención social se le volvió insoportable, revelándose -y tal vez rebelándose- en algo que “se le soltó”. Expuesta a la mirada y a la burla de sus alumnos, la infalible profesora quedó raptada de la escena, como ausente, mientras todo el hecho era registrado.

La primera escena nos trae a Claudia de vuelta a las aulas, luego de haber superado las consecuencias de ese episodio -algo que demostró mediante sus redes sociales-, explicando los fundamentos del poder y, en especial, el binomio saber-poder, piedra fundamental de la teoría de Michael Foucault.

Para Foucault, la Modernidad produjo un cambio en el paradigma del poder. Desde entonces, este se vehiculiza a través de una trama de relaciones estratégicas por las que unos intentan determinar las conductas de otros, quienes a su vez responden resistiéndose a esa determinación o ejerciéndola sobre aquellos. La perpetuación de esa influencia se logra mediante una alianza entre el poder y el saber. Los discursos que son funcionales al ejercicio de dicha influencia son promovidos como portadores de la verdad. En ese sentido, ciertos discursos alientan modelos de vida o roles sociales, determinando subjetividades que “voluntariamente” se sometan a un poder que se consolida como hegemónico. Es decir, dominante. Se transforma así en un biopoder, en tanto las maneras de vivir se ven condicionadas por los discursos que sostienen un statu quo de poder.

La pieza teatral tiene la genialidad de entretejer esta teoría con los usos y abusos que se hacen hoy en día de las redes sociales, llevando al espectador a reflexionar sobre el Pundonor. Del catalán punt d’honor -punto de honor-, se refiere al sentimiento de dignidad personal que se cimenta en el conjunto de características en las que la persona cree que se fundamenta su valía. Es aquel punto que podemos decidir no cruzar, para hacer posible un goce íntimo, para dejar algo “en reserva”. Una reserva de sí mismo que servirá para cuando sea necesario “jugársela” para “ganarse la vida”. Ganancia de vida privada que alguien obtiene cuando se priva de dejar todo publicado, cuando, como en aquel juego de niños en el que había que esconderse, se gana un lugar para refugiarse cuando no se pierde por haber quedado expuesto.

Andrea Garrote en el papel de la profesora Claudia Pérez Espinosa.

Por otro lado, la obra también interpela respecto de cierto goce perverso que se experimenta con la ignominia o la injuria del otro. Una cuestión a la orden del día viendo cómo se trocan las redes en tribunales de una falsa moral, muy funcionales a los discursos hegemónicos. Oscuros y superyoicos, ciertos dioses hoy se instituyen en el discurso mediático como otrora lo hacían en la cultura, según lo que explicaba Freud. Hipócritas adalides tanto de lo políticamente correcto como de las “buenas costumbres”, tanto unos como otros son percibidos como exigiendo castigo. Una sed que es necesario cada tanto calmar, ofreciendo a alguien en ofrenda sacrificial. Dioses del odio, la envidia y la maldad que provocan los rasgos más perversos del sujeto neurótico.

Andrea Garrote con Rafael Spregelburd.

En codirección con Rafael Spregelburd, reconocido actor, director, dramaturgo, escritor y maestro de actores cuyas obras han sido traducidas a varios idiomas, y magistralmente escrita e interpretada por Andrea Garrote -actriz, directora, dramaturga y maestra de actores-, quien nos subyuga con la vehemencia de su personaje, haciéndonos aprender y aprehender las enseñanzas de Foucault. La obra fue ganadora del Premio Konex 2021 como mejor unipersonal de la década y Andrea Garrote fue nominada como mejor actriz protagónica en los Premios Trinidad Guevara 2019. Obra ganadora del premio Teatro XXI a la Mejor Obra Dramática 2019 por GETEA (Grupo de Estudios de Teatro Iberoamericano y Argentino) y ganadora de la Fiesta del Teatro de la Ciudad de Buenos Aires (INT).

Flavia Mercier con Andrea Garrote después de una función de Pundonor, durante la temporada 2019 en Buenos Aires.

Una pieza teatral de plena actualidad para reflexionar sobre algunas de las formas no tan señaladas del odio al otro y al otro de sí.

Flavia Mercier

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